Largas colas de autos, camiones, camionetas y motos aguardan la revisión vehicular en Milagro. Muchos proceden de Guayaquil. El hecho se repite desde los últimos días de junio, cuando se conoció que el Municipio de Guayaquil asumiría la competencia a partir del 1 de julio. La razón, expresada por algunos de los propietarios de esos vehículos, es que creen que en la ciudad que les corresponde el control será más estricto y temen no pasarlo.

El asunto es preocupante, porque las exigencias en la revisión no son caprichosas, se trata de comprobar que están en condiciones de rodar por la ciudad cumpliendo todas las normas establecidas para velar por la seguridad de los ciudadanos y de los propios usuarios de los vehículos. Y si, como debe ser, se mantiene el control diariamente, de nada servirá haber conseguido que le concedan el revisado sin estar en condiciones, porque de todas maneras se deberán aplicar las sanciones de ley después de que se han hecho responsables del riesgo que corren ellos y los demás.

Lo que ocurre es una muestra de que aún no aceptamos que el bien común es nuestro propio bien y que las normas y leyes encierran conceptos y propósitos que van más allá de la forma.