La claridad en el lenguaje viene generalmente de ideas claras, de personas sin repliegues. Hay varias palabras frecuentemente pronunciadas, que en vez de unir, desunen. Son esas palabras a las que se les atribuye un significado difuminado regionalmente, o ideológicamente. Cito algunas: democracia, libertad, justicia, buen vivir, amor propio, Derecho, Iglesia.

Me quedo con las palabras Iglesia y amor propio.

¿Qué mismo significa Iglesia? Se puede responder con la imagen simbólica que se lee en el Evangelio de Juan 15: La Iglesia es el tronco (Cristo) con las ramas (bautizados), que une con la vida que les transmite. Otra imagen simbólica de Iglesia se lee en carta de Pablo a los Corintios: Cristo es la cabeza, que une a los miembros del cuerpo. El significado de comunidad, dado en estas dos imágenes, deja de ser la Iglesia fundada por Cristo, si se la reduce a una comunidad integrada solo por “curas y monjas”. Sin embargo, este significado reducido es el conocido por la gran mayoría, formada también por cristianos practicantes.

Estas imágenes bíblicas se reflejan en la siguiente reflexión: Cristo es como el sol; la comunidad de los bautizados y la creación son como la luna: la luna no tiene luz propia; no se refleja a sí misma, refleja la luz que recibe del sol. La tarea de la Iglesia no es presentarse a sí misma, sino ser diáfana para dejar pasar la luz del sol. La comunidad cristiana no ha de empañar, y menos apagar, el reflejo de la luz de Cristo en el mundo, en el que se va prolongando la creación. Ahora bien, la Iglesia comunidad de vivientes (no la recortada, inadecuadamente llamada Iglesia) deja pasar la luz de Cristo al mundo, reverberando esa luz, algo así como la esponja que, para humedecer con el agua, ha de empaparse y ha de permanecer empapada de ella.

Amor propio. Al mismo tiempo en que, como la luna, no somos la fuente de nuestros valores, somos poseedores de los mismos y, como tales, tenemos por tarea mejorarlos y compartirlos. El encerrarnos en nosotros mismos con nuestros valores no es una acertada autorrealización. El reconocer que no somos la fuente nos orienta a descubrir nuestra identidad y con esta, nuestras potencialidades y nuestras debilidades. El reconocer lo que somos nos dispone a compartir con otros lo que tenemos y a recibir de otros lo que necesitamos. Unos más, otros menos; tenemos dos tendencias contrastantes: una, el complejo de superioridad frente a otros pueblos, razas, costumbres; otra, la de menospreciar lo nuestro, nuestro color, nuestra lengua, etcétera. ¿Cuál es el metro con que nos medimos y medimos a otros? ¡Poder y dinero son el metro! ¿Es acertado escogerlos como principales? ¡Poder y dinero son excluyentes de otros valores!

Estas reflexiones exigen algunas concreciones:

-Superar nuestra mentalidad racista; –valorar lo que somos, abiertos a integrar otros valores;

–coherencia entre lo que expresamos y exigimos en público con lo que expresamos privadamente; –ser los ecuatorianos más exigentes con nosotros mismos.