¿Sabremos alguna vez cómo se tomaron las decisiones, en los más altos niveles, el día 30 de septiembre de 2010? ¿Se establecerá en el futuro quién fue el verdadero redactor de la sentencia contra Diario EL UNIVERSO, asunto Chucky Seven de por medio? ¿Se revelará quién instruye y paga a los trolls que combaten junto al Gobierno? ¿Nos enteraremos por qué recibió dinero el argentino Duzac? ¿Se podrá determinar quién dice la verdad en las querellas del Gran Hermano? ¿Descubriremos en qué condiciones se realizan los contratos comerciales con China? A pesar de declaratorias de vivir en una era de transparencia, los ciudadanos estamos enterados de muy poco.

Una de las perversiones de lo que entendemos por política es emprender acciones secretas. Incluso se monta un estructurado aparato para mentir bajo el ropaje de propaganda y rendición de cuentas. Estas marañas que fraguan los poderes fue abordada, en varios artículos, por Norberto Bobbio, que se han recogido en el libro Democracia y secreto (México, Fondo de Cultura Económica, 2013), en que el filósofo italiano señala que “la opacidad del poder es la negación de la democracia”. La nueva idea de transparencia instaurada en el Ecuador –sancionada en una ley– es un mecanismo que también puede servir para ocultar.

Con claridad Bobbio indica que “la democracia es idealmente el gobierno de un poder visible, es decir, el gobierno cuyos actos se realizan ante el público y bajo la supervisión de la opinión pública”. Así, las instituciones que no procedan con sus actos a plena luz no serán creíbles y no durarán por mucho tiempo. Eran el amo, que tenía esclavos, o el monarca, elegido por derecho divino, quienes no estaban obligados a revelar a sus súbditos los secretos que explicaban sus decisiones. El poder autocrático evita el escrutinio del público escondiéndose –tomando decisiones en secreto–, y escondiendo con engaño sus mecanismos oprobiosos.

Bobbio desarrolla una máxima de Kant: “Todas las acciones relacionadas con el derecho de otros hombres cuya máxima no pueda ser pública, son injustas”. Por eso, un escándalo hace público una acción ilícita que antes era solo de dominio secreto del Estado. Debajo del poder visible gubernamental existe un poder invisible que realmente manda, que decide los grandes rumbos que interesan más a grupos que a las masas llamadas a legitimar al gobierno, cada cierto tiempo y supuestamente con transparencia, en las urnas. En realidad, los ciudadanos llanos no sabemos nada de lo que se fragua en los gobiernos.

Recuerda Bobbio que república viene de cosa pública en un doble sentido: gobierno del público y gobierno en público. Lo primero es el gobierno del pueblo, no de una sola persona o de un grupito; lo segundo es que los actos realizados por el gobierno son ejercidos frente al pueblo. Por ello es crucial la indispensable opinión pública: “en las relaciones humanas, sea entre los individuos, sea entre los Estados, el mantener en el misterio un propósito y el tenerlo guardado en cuanto no se puede declarar en público, es de suyo la prueba de fuego de su inmoralidad”. Todo esto sustenta la diferencia entre vivir en una democracia o padecer en una autocracia.