Una de las actividades que le ha permitido sobresalir a la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Auburn, de entre las diez facultades más reconocidas de los Estados Unidos, es su extensión universitaria en el condado Hale; conocida como The Rural Studio. Se trata de un taller integral, donde los estudiantes de Arquitectura pueden realizar sus estudios, al tiempo que diseñan y construyen espacios que benefician a los habitantes del condado más pobre en el estado de Alabama.

El Rural Studio fue fundado en 1993 por el fallecido arquitecto Samuel Mockbee, quien supo entender la relevancia que tuvo Alabama como el epicentro de los movimientos civiles que ocurrieron durante los años sesenta. Mockbee comprendió el papel relevante de la arquitectura como generador de bienestar. Para él, la buena arquitectura no estaba atada a costos elevados. Mockbee creía firmemente que los más humildes también eran dignos de habitar y poseer espacios bellos, bien definidos, con costos accesibles y bien construidos. En su manera de entender el ámbito de la construcción no existía el cliché de los materiales “nobles” o los materiales “pobres”. Simplemente se trataba de materiales bien utilizados, o materiales incomprendidos por los constructores.

Aquellas guías son las que transforman al Rural Studio en un regenerador de construcciones en decadencia. Bajo la tutela de sus profesores, los estudiantes diseñan y construyen viviendas y edificios comunales, al tiempo que aprenden conocimientos sobre construcciones, estructuras, materiales y diseño arquitectónico. Sus trabajos en clase se convierten poco a poco en proyectos y remodelaciones construidos con materiales económicos, que reflejan en su buen uso una estética atractiva ante los ojos del observador y de sus usuarios. En definitiva, se trata de trabajos que apelan al desarrollo del ingenio y a la exploración de alternativas más efectivas.

Llama la atención también ver cómo estos proyectos contrarrestan aquella idolatría absurda a la pobreza, que en lugar de mejorar los espacios donde se desenvuelven los más necesitados, pretende estancarlos en condiciones infrahumanas y deplorables. Los estudiantes que pasan por el Rural Studio aprenden a desvincular la estética de los presupuestos y el valor de la arquitectura como catalizador social.

Estoy convencido de que las técnicas de enseñanza utilizadas por el Urban Studio podrían adaptarse y usarse para que los estudiantes de Arquitectura descubran las bondades y las carestías existentes en nuestro país, al tiempo que se convierten en participantes temporales de la solución. Sé de algunas facultades que envían a sus estudiantes a investigar y a obtener información actualizada de los sectores informales de Guayaquil. Sin embargo, no he visto que produzcan solución alguna que vaya más allá del papel. De nada sirve que los futuros arquitectos conozcan las críticas condiciones de vida de muchos, si no los incitamos a reaccionar para mejorarla de manera inmediata; más allá del escritorio o del computador.

Quizás ya sea tiempo de convertir a los futuros arquitectos en materializadores de soluciones, conscientes del entorno que les rodea y capaces de resolver problemas sin pelearse con la estética.