La Ferroviaria es un barrio hermoso de Guayaquil. Un pueblito pequeño que ha quedado rodeado de los más bellos parques de la ciudad.

Casi todos nos conocemos, nos saludamos cuando los madrugadores van a comprar el pan a las 05:30, hora en que abren las dos panaderías de la ciudadela, o cuando caminando por las calles, (¡no por las aceras...!) nos encontramos y nos enteramos de las últimas novedades barriales: enfermos, fallecidos, nacimientos, enfermedades de animales domésticos... y los últimos sucesos políticos. Los lugares de concentración: tiendas, minimarkets, peluquerías del sector.

Las palomas, caminando con ese andar hamacado y señorial, son ciudadanas con todos los derechos. Los vehículos tienen que parar para no aplastarlas, porque se saben queridas y protegidas.

Antes, el cerro, donde actualmente está la ciudadela La Fuente recién llegada al sector (...), terminaba sus últimas estribaciones en la avenida segunda. La seguimos llamando así, a pesar de la nomenclatura diferente con un nombre que no terminamos de aprender puesta en las intersecciones donde además dice Bellavista (...), barrio bastante lejano al nuestro... La historia es más fuerte que las nominaciones burocráticas... Moradores y taxistas siguen llamando a las calles como siempre se las llamó y cuyo nombre, actualmente, no existe en ninguna placa.

Cuando el actual parque comenzó a tomar forma, los vecinos sembraron árboles que cada uno regaba. Los samanes y laurel rosa se esforzaban por crecer, a pesar del viento del Salado que convertía en polvo envolvente la capa de tierra rojiza y arcillosa. Eran los tiempos de la alcaldía de Antonio Hanna Musse, allá por 1980. Un día, muchos árboles fueron cortados y en medio del naciente bosque se abrió camino la primera cancha de fútbol. Lamentamos algunas muertes en ese espacio deportivo, pues jugaban a las horas de mayor sol y los jugadores no siempre estaban aptos para hacer frente a la deshidratación, que el calor y el polvo provocaban. Surgieron las canchas de voleibol y los restaurantes populares donde las vecinas del barrio ofrecían verdaderas delicias.

Poco a poco el sector se convirtió en un parque con rejas, caminitos interiores, glorietas, canchas de tenis, voleibol, máquinas para hacer gimnasia, escuelas de bailoterapia. Hace dos semanas hizo su aparición la primera cancha de fútbol femenino en la ciudad. Una verdadera novedad que el barrio y sus sectores vecinos festejan a lo grande. El Municipio de Guayaquil abrió un espacio donde las mujeres pueden jugar sin estar sometidas al estrés de miradas, dichos y otros etcéteras que impedían que pudieran jugar libre y alegremente.

El renovado y joven comité barrial de la Ferroviaria cuida y muestra con orgullo su pequeña joya.

Actualmente se juega el Mundialito de Fútbol Femenino, llamado así porque cada equipo tiene el nombre de un país, no porque vengan del extranjero. Mucho público acompaña a los 40 equipos, que, algunos con más pasión que técnica, se esmeran por ganar los partidos. Me llama la atención que las mujeres usen uniformes que las confunden con jugadores varones. Holgadísimos, largos, sin mucha gracia (...). Lo mismo observo en las jugadoras que disputan un pase al Mundial de Fútbol Femenino en Riobamba.

Quizás sería bueno que empiecen a usar uniformes parecidos al tenis femenino, agregaría encanto a un juego demasiado asimilado a la fuerza, al golpe y la falta. Quizás las mujeres logren humanizar y hacer menos violento un deporte que atrae multitudes en todo el planeta. El desafío está por delante...