Está en boga y se propaga una interesante corriente que orienta a propietarios y directivos de empresas a fijarse en lo que ocurre en su interior respecto de las condiciones de vida de sus trabajadores, no solamente en sus lugares de trabajo, sino también en sus hogares, así como de lo que sucede en el entorno, urbano o rural, donde desarrollan sus actividades.

Actitudes como las narradas les permiten sensibilizarse socialmente al descubrir la preocupante realidad que suele agobiar a obreros y empleados, a barrios y comunidades mayores.

Detectar los problemas y considerar que se puede ayudar a superarlos hace mucho bien y eso los impele a cuestionarse su rol social, a analizarlos y buscar opciones a su alcance, para procurar mejoras y hasta soluciones definitivas.

Mejor si pueden encontrar apoyo y colaboración en otras personas que piensen igual y que quieren actuar.

Las motivaciones que generan ese tipo de acciones pueden ser variadas; pero lo cierto es que, con esa actitud y la puesta en marcha de determinados y bien organizados programas, se consiguen mejoras ambientales y sociales que benefician, a veces, a quienes integran las mismas empresas, como cuando se facilitan o canalizan préstamos para viviendas o educación, y en otras ocasiones a comunidades enteras, cercanas o lejanas.

Esa es la denominada responsabilidad social empresarial, a la que me he referido en anteriores ocasiones, al conocer logros alcanzados y agradecimientos imperecederos.

Incluir a la empresa, de alguna manera, en la solución de los problemas sociales denota sensibilidad y patriotismo.

Es algo que si se llegara a multiplicar disminuiría las diferencias creadas por las necesidades básicas insatisfechas, no solamente materiales, sino también cívicas, que ni el Estado ni todas sus instituciones, nacionales, seccionales o específicas de prestación de servicios, consiguen cubrir plenamente, por su dimensión y complejidad, ya que supera los recursos humanos y económicos de que disponen.

Por eso es importante el concurso complementario de las personas que, por filantropía o por sus convicciones y compromisos religiosos, realizan labores altruistas para paliar o solucionar los problemas ajenos, con una entrega que suscita emulación y gratitud.

El agradecimiento por parte de los favorecidos con acciones que desbordan las exigencias legales es muy diferente al que se guarda a los dirigentes políticos que, en cumplimiento de sus deberes, cumplen sus ofrecimientos de campaña consignados en sus planes de trabajo.

Y es diferente porque no es la consecuencia del cumplimiento de un deber o compromiso, sino porque ha nacido de nobles sentimientos como los de solidaridad o afecto.

Como habrá advertido, he querido llevar a usted a reflexionar si está o no actuando con responsabilidad social, no como patrono o empresario, no como político o funcionario público, que tienen que cumplir obligaciones legales, sino como parte de la ciudadanía que no puede permanecer ajena a las apremiantes necesidades de aquellos seres humanos que tantas necesidades tienen y no las pueden satisfacer.

¿Practicamos responsabilidad social? ¿Sería tan amable en darme su opinión?