Las noticias procedentes de Venezuela dejan clara la polarización de la población. Hay quienes se quejan de la escasez de alimentos y quienes consideran que, aun así, el país está bien. Lo que es indiscutible es que siendo un país naturalmente rico, el decimotercer productor de petróleo en el mundo y el de mayores reservas probadas, la economía refleja poco dinamismo. La central empresarial Fedecámaras considera que “probablemente el año terminará con una caída del 4% al 5%”, cuando el gobierno había fijado un crecimiento del PIB del 4%.

Todo parece indicar que el gobierno de Maduro se sostiene en el mito creado alrededor del difunto presidente Chávez, cuya última expresión es el padrenuestro de Chávez, lo que sin duda representa no solo un irrespeto para una religión que profesan muchos venezolanos, sino la renuncia a que la relación política con el pueblo sea a través de argumentos racionales, como corresponde, para trasladarlos al ámbito de la fe, lo que es propio de las religiones. Es posible, entonces, que se renuncie a cualquier reclamo terrenal a sus gobernantes para, en su lugar, esperar que desde el reino del mito se resuelvan los problemas.