El 24 de marzo de 1980, Marino Sotomayor, de la Guardia Nacional, del equipo de seguridad del presidente de El Salvador, Roberto d’Aubuisson, asesinó al arzobispo Óscar Arnulfo Romero mientras celebraba la eucaristía. El asesino afirmó que actuó por orden del presidente, creador de los escuadrones de la muerte, fundador del Partido Arena. Afirmó que recibió (como Judas) 114 dólares. Fueron asesinados Rutilio Grande y otros jesuitas en El Salvador; el obispo Juan Gerardi en Guatemala. Asesinaron a campesinos, sacerdotes, religiosas en Centroamérica.

En Argentina, también por orden gubernamental, asesinaron al obispo Enrique Angelelli, antiguo alumno –como Romero– del Pontificio Colegio Pío Latinoamericano y de la Universidad Gregoriana de Roma. Tiempos idos de opresión, que regresarán si la educación no cultiva la capacidad de reflexionar, de ser fraterno, libre y responsable.

El Hijo de Dios tomó nuestra humanidad; el seguidor de Cristo no puede ser indiferente frente a valores humanos. Respetar la verdad, libertad, responsabilidad, justicia es una forma de honrar a Dios.

Los sacerdotes ministros somos limitados; a veces no miramos con suficiente claridad la realidad, para “no quedar mal” o “para quedar bien” ante los poderosos.

Algunos llaman “buenos” a los sacerdotes que, dejando en la sombra angustias y esperanzas humanas, no invitan a expresar la fe cristiana en el cultivo de la fraternidad, justicia, libertad. Llaman “malos” a quienes denuncian como contrario a la fe el atropello de los valores humanos. Acusan: “Hacen política”. Defender los valores humanos es hacer política, pero no de partido. Los valores humanos no son de un partido.

El arzobispo Romero se retrata en su homilía pronunciada en vísperas de ser asesinado:

“Hago un llamamiento a las bases de la Guardia Nacional, de la Policía, de los cuarteles… Matan a sus mismos hermanos campesinos. Y ante una orden de matar, que de un hombre debe prevalecer la Ley de Dios, que dice ‘No matar’, ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la voluntad de Dios. Una ley inmoral nadie tiene que cumplirla. Ya es tiempo de que recuperen la conciencia y que obedezcan antes a su conciencia que a la orden del pecado. La Iglesia, defensora de los derechos de Dios, de la Ley de Dios, de la dignidad humana de la persona, no puede quedarse callada ante tanta abominación. Queremos que el Gobierno tome en serio que de nada sirven las reformas si van teñidas en sangre. En nombre de Dios y en nombre de este sufrido pueblo, cuyos lamentos suben hasta el cielo, les suplico, les ruego. Cese la represión”.

Como exalumno del Pío Latino y de la Gregoriana, de acuerdo con el cardenal Muñoz, viajé a su sepelio. El altar estaba colocado frente a la plaza llena de gente. Explotaron bombas. Despavoridos, entraron a protegerse en la Catedral, pisoteando a los caídos. Faltando todos los elementos litúrgicos para la misa, se celebró una liturgia de la Palabra, utilizando la agenda que llevaba conmigo.

Algunos analistas habían señalado que la causa de canonización de Romero estaba bloqueada.

El papa Francisco, de regreso de Corea, afirmó que no está bloqueada…