El papel que la imaginación literaria puede desempeñar frente a realidades lacerantes es el de una potencia misteriosa. Para corroborar esto, acaba de aparecer una nueva traducción al español, a cargo de Marta Rebón, de El maestro y Margarita (Madrid, Nevsky Prospects, 2014), la novela que Mijaíl Bulgákov (1891-1940) no pudo publicar en vida. Al soplar vientos de deshielo en la antigua Unión Soviética, esa novela se publicó en 1966 y 1967, pero más de un centenar de páginas fue cortado por la censura estatal. Esta nueva edición del clásico ruso trata de restituir la intención original del autor.

Ricardo San Vicente, en el prólogo, dice: “Los protagonistas de Bulgákov, sean médicos, soldados de la guerra civil o espantadas víctimas de la revolución, luchan en sus obras contra un mundo hostil, adverso y peligroso, y luchan a solas, con sus menguadas fuerzas y armados del siempre escaso saber heredado del pasado como único recurso”. A solas como persona y artista, Bulgákov experimentó situaciones humillantes en la Rusia soviética en la que fue perseguido, apartado y pretendidamente olvidado. Por eso apeló a la tradición cómico-satírica para escribir esta larga narración que ha sido considerada una de las grandezas literarias del siglo XX.

Todo el libro está salpicado de ironías acerca del ambiente represivo vivido bajo el terror de Stalin cuando los ciudadanos se sentían vigilados y charlar con forasteros era causa de prisión; cuando las principales amenazas al nuevo Estado eran los “enemigos del pueblo” y los “extranjeros intervencionistas”; cuando la vida comunal liquidó la intimidad familiar; cuando estaba penada la tenencia de divisas; cuando los arrestos parecían una epidemia; cuando Stalin decidió que el champán, antes de la revolución consumido por las clases altas, fuera una bebida producida para las masas. En ese clima demencial llega el diablo a Moscú y propicia un revolú.

En el relato de Bulgákov, para revelar el verdadero rol desempeñado por los actores más cercanos a la pasión de Cristo, un escritor considerado el maestro escribe una novela sobre Poncio Pilato. Esta tarea hace que el maestro termine recluido en un sanatorio. El diablo tiene su propia versión sobre los actos de Pilato en la condena a Jesús. Y en un ambiente en el que son ridiculizados los intelectuales adeptos al régimen se practica la magia negra, lo que ocasiona unas investigaciones burocráticas para castigar a quienes refuerzan la superstición entre los proletarios. “Un escritor no se define de ningún modo por una credencial sino por lo que escribe”, afirma un personaje.

Por considerarlos antisoviéticos y reaccionarios, los comisarios culturales del régimen quemaron los manuscritos de Bulgákov. El maestro también quema su novela, pero esta luego aparece intacta por artes de magia: “Los manuscritos no arden”, confirma el diablo, para hacer ver que las obras de arte que denuncian los terrores del poder sobreviven estos periodos siniestros de la humanidad. Bulgákov fue repudiado y acusado de toda suerte de delitos políticos por un régimen que creía que solo él, y nadie más que él, era dueño de las acciones revolucionarias. La reedición de El maestro y Margarita es la demostración que Bulgákov revive con sus lectores.