Policías en servicio pasivo recibimos una pensión que no nos permite ser parte del buen vivir y de la felicidad. En el Ispol o Instituto de Seguridad de la Policía informan que lo poco que ganamos se debe a la homologación de nuestros devaluados sucres; no es nuestra culpa y en aquellos tiempos no teníamos quién abogue por la tropa.

A nosotros nos consideran la última rueda del coche; agreguen también que por los años 60 y 70, los policías malcomidos, malpagados y sin más compañía que un pito vigilaban día y noche por el bienestar de sus conciudadanos exponiendo la vida, amén de vicisitudes.

Flavio Aguirre Herrera, Guayaquil