“Son dos mil pesos”, dice el vendedor, y recuerdo cuando eran gratis en Puerto Bolívar, donde amanecían tirados en la calle. “¡Jovencito, así no se comen!”, advierte una anciana colocando su carro junto al mío, sorprendida de aquel gajo en mi mano. Había ido al supermercado por barraganetes para hacerme un tapao de chancho, y a falta de plátanos llevaba bananos. Le expliqué que se podían preparar verdes y que yo era product of Ecuador.

Inmediatamente evoqué a tantos hombres rampa-arriba, rampa-abajo, días y noches, ordenando cajas en las frías bodegas de esos barcos. Ellos fueron mis héroes de infancia, no Batman, ni Aquaman. Me acordé cuando Don Chiri, Vera y Ascencio me llevaban a trabajar en sus cuadrillas para apoyar mis estudios. Mi generación cargó cajas, las de antaño cargaron racimos a hombro limpio. “El banano es para ustedes como las uvas para nosotros”, razona la chilena.

Le cuento que se da en la Costa ecuatoriana, principalmente en la provincia de El Oro, y se embarcan por Puerto Bolívar; que tenemos variedades, incluso una llamada chileno. Le hablo de los sindicatos de trabajadores de embarque, de Autoridad Portuaria y su papel como puerta al comercio mundial. Que el boom del banano provocó una movilidad social complementada con actividades pesqueras, de recolección de conchas y cangrejos, y con el comercio alrededor del mercado central, donde por años doña Goyita y varios comerciantes alimentaron a estos “guerreros” con reponedores jugos, maltas con huevo, guatitas mañaneras, encebollados y otras delicias. Le digo que “los mejores cebiches del mundo” son porteños y que cuando mis ñaños Jaime y Carlos me llevaban a pescar con red mar afuera, volvíamos con el bote lleno de nada, mientras que el vecino Azón regresaba con su canoa llena de lisas. Le decía que el puerto germina grandes deportistas como los Engels y Mario Tenorio, los Davis, los Vega, Ribera, Vera, Illescas, Guijarro, Tello, Leiva, Noblecilla, entre otros.

“Con esa emoción que usted habla de su Puerto debe ser una comuna muy bonita e importante”. Comuna en Chile es como cantón para nosotros, una jurisdicción administrativa con su alcalde, concejales y proyectos autónomos que propician mayor desarrollo. Le respondo que nuestro puerto es bonito e importante, pero que aún no le hacen justicia designándolo cantón; que merece serlo por su heroísmo, como en la Batalla de Jambelí, donde porteños demostraron su coraje defendiendo la patria; por sus manglares, islas y esteros, testigos fieles de la historia; por su faro imponente; por sus hombres y mujeres de esfuerzo. El 2012 preguntaba por viejos amigos: “enfermo de la columna”, “mal de los pulmones”, “tiene artritis reumatoide” me respondían, herencia de tantas “batallas” en los muelles, pero ellos viven orgullosos de sus hijos técnicos y profesionales que formaron con su trabajo. Algunos caminan lentamente por su malecón satisfechos por la tarea cumplida.

La señora coge un gajo verde, lo pone en su carro para prepararlos a la ecuatoriana como le explicara. “Iré a su bonita comuna Puerto Bolívar muy pronto”, afirma con total seguridad. Se aleja. Le sonrío. Al volver la mirada a mi carro, el gajo de banano había madurado.