Por: Alfredo Saltos Guale

Es inmenso el aporte económico y social del banano por su rol en la generación de divisas y en la creación de fuentes de ocupación a través de los distintos eslabones de su larga y fructífera cadena productiva. Preocupa a la colectividad los peligros que le acechan que de llegar a concretarse llevarían al descalabro nacional, razones poderosas para realizar contribuciones para insistir que se ejecuten planes de prevención frente a la real posibilidad de la presencia devastadora del mal de Panamá, raza tropical 4, por ejemplo. Dentro de ello, se inscribe la necesidad de determinar con precisión la localización y superficie de los plantíos de banano y plátano, no solo los que se destinan exclusivamente para la exportación, sino también aquellas áreas que se utilizan para el consumo interno, en el entendido que todas son candidatas para convertirse en hospederas de plagas y enfermedades catastróficas. En ese sentido es satisfactorio que el INEC, máxima autoridad de las estadísticas nacionales, haya establecido en su encuesta SPAN 2012, una cabida nacional de 221.774 hectáreas, desglosándola en 196.202 hectáreas de cultivo solo y 25.572 de banano asociado con otros sembríos.

Por su parte, el Magap, a través de un trabajo contratado con una consultora privada, de mucha experiencia y tecnología, hizo un plausible intento de llegar al objetivo de definir la superficie actual, aun cuando limitada a la que abastece la demanda internacional, con predios mayores a una hectárea. La memoria técnica del contratista ha sido recientemente publicada en la página web de la Unidad del Banano y con ella los resultados definitivos de un denominado Censo Bananero que marca cifras inverosímiles como que solamente se cultivan 160.572 hectáreas, a las cuales habría que restar un 15% de segmentos no plantados ocupados por vías internas, empacadoras, canales de riego, drenajes y otros; es decir que la cifra efectiva sería apenas de 136.486, que sufrirá una merma ambiental por las áreas a descartar cercanas a las poblaciones y fuentes de agua, con lo cual se establecería un rendimiento nacional por hectárea de 1.890 cajas, muy distante a la realidad. Este nivel es determinante para la fijación del precio mínimo de sustentación que toma en cuenta la productividad como elemento de costo, que de reajustarse a la nueva cifra impactaría los ingresos de los agricultores.

Subsiste la incógnita que arranca desde el año 2000 cuando se confirmaron 247.822 hectáreas y la más cercana información alrededor de 200 mil, cifra referencial para el trabajo contratado, que tampoco logró la meta de la ubicación geográfica de todas las fincas, especialmente de los “pequeños e informales que no venden su fruta todo el año”, a los que “no consideró productores”. Se desconoce el destino de cerca de 40 mil hectáreas, monto elevado cuando Colombia y Costa Rica apenas lo rebasan, mientras que al decir del referido consultor se han reemplazado 3.252. El número de parcelas también marca una increíble disminución de 11 mil a 5.794. Es urgente, por tanto, que el organismo oficial de las estadísticas ecuatorianas defina datos confiables para que los sujetos participantes en las actividades bananeras y plataneras formulen los programas de prevención y control de los males que tarde o temprano podrían afectarlas.

Hay necesidad de determinar con precisión la localización y superficie de los plantíos de banano y plátano, no solo los que se destinan exclusivamente para la exportación, sino también aquellas áreas que se utilizan para el consumo interno, en el entendido que todas son candidatas para convertirse en hospederas de plagas y enfermedades catastróficas.