Nuestro invitado
Carlos Piana Castillo

¿Por qué no saltamos cuando nos proponen tener dinero electrónico? ¿Por qué solo hablamos de la reelección indefinida en una reunión social y no llegamos a concretar nada? Caben muchas respuestas: simplemente no enterarse de estas cosas, no entender la problemática o no saber qué efectos conllevaría. Discurriremos sobre la cuestión de la educación y su influencia en la crítica, más aún, ¿será la educación el camino para una democracia como la que soñamos?

¿El problema es la educación pública? Orwell en su obra Rebelión en la granja nos muestra una revolución, comunista o animalista como irónicamente nos la presenta, donde una de las promesas es la educación. A lo largo del cuento, los principios ficticios del animalismo empiezan a cambiar por orden de las autoridades y los animales sienten que hay algo incorrecto, pero no saben qué hacer: “Hasta Bóxer estaba un poco aturdido. Apuntó sus orejas hacia atrás, agitó su melena varias veces y trató con ahínco de ordenar sus pensamientos; pero al final no se le ocurrió nada que decir”. Se podría interpretar que la educación pública es de baja calidad y por ello los animales no supieron qué hacer, o que los gobernantes conscientemente promueven un sistema educativo bajo para no tener críticas; semejante problema quedará para otro tipo de trabajo. Aquí nos interesa resaltar el problema de la falta de razonamiento, de pensar por nosotros mismos.

¿Y la educación privada? Antes de adentrarnos en la respuesta es importante recordar que siempre se concibió a la universidad como el lugar donde las personas aprendían a pensar, a ser críticas con miras al bien de la sociedad. La universidad actual, perfecto producto del relativismo y positivismo moderno, se ha vuelto una escuela de técnicas, de métodos; una carrera es buena si sirve para hacer algo, si no tiene inmediata utilidad práctica no se ha de considerar siquiera. Este fenómeno, junto con la “supuesta” certificación de que tener más títulos equivale a más éxito, dicho sea de paso, cada vez tiene menos peso esa colección de títulos, lo que ha logrado es una sociedad muy cerrada a la interdisciplinariedad, a pensar por uno mismo, a la crítica sana. ¿Y por qué callamos? Callamos porque no sabemos qué decir, somos una sociedad cerrada en sus esquemas, y lo peor de todo: nunca se nos ocurren soluciones que no sean las “instrucciones” de un manual de economía o un código de leyes. Siempre está presente la mitificación de los Estados Unidos como modelo universitario, no hay que menospreciar a las universidades que siguen existiendo para lo que fueron creadas, pero la gran mayoría son manuales de instrucciones, en definitiva, lo que logramos son robots  made in  Estados Unidos y no made in Ecuador. Hay que recuperar el modelo siempre vigente de la educación, puesto en palabras por Gauss: “La mente del alumno no es un vaso que se debe llenar, es un fuego que debe encenderse”. 

La educación sigue siendo el camino óptimo y cauce necesario para la democracia, pero debemos estar dispuestos a realizar esta auténtica cruzada: enfrentarnos con los paradigmas actuales. Si queremos hacer ruido, primero hemos de dejar hacer ruido a nuestro pensamiento.