Este año, la sesión solemne convocada por el Municipio de Guayaquil en honor a las fiestas patronales de la ciudad acogió la presencia de alcaldes de otras urbes y de distintas orientaciones políticas. Los comentarios de la ciudadanía fueron de todo tipo, pero predominaron las impresiones positivas, pues se asumió el hecho como una invitación a buscar la unidad en la diversidad y la cooperación entre sí para enriquecer su tarea de servir a sus ciudades.

La reunión se dio en circunstancias en que se proponen reformas que tienden a mermar las competencias de los municipios y a robustecer el centralismo, por lo que no es extraño que algunos de los alcaldes hayan señalado que las conversaciones giraron en torno a temas como la autonomía, el establecimiento de políticas públicas y el uso de ciertas estrategias para afianzar las competencias. Los municipios son la presencia más cercana de institucionalidad que tienen los ciudadanos y los encargados de ofrecer los servicios básicos y establecer un ambiente de convivencia en un espacio urbano común. El entender esto como una prioridad más allá de las diferencias partidistas, facilitando el intercambio de experiencias, es positivo para el país.

Por supuesto, hay también lecturas políticas, desde lo electoral y la búsqueda del poder, pero es necesario destacar el alcance cívico del hecho.