Hace dos semanas, Manuel Chiriboga se despidió de los lectores de su columna en esta página. En ese artículo comentaba que su enfermedad no le permite seguir escribiendo semanalmente. Esas pocas palabras, escritas desde adentro pero a la vez con una serenidad asombrosa, provocaron en quienes hemos sido sus amigos y colegas esa mezcla de sentimientos que es imposible describir y que es mejor no tratar de hacerlo porque lo único que se logra es caer en lugares comunes. Nadie, mucho menos Manuel, merece esas palabras a las que uno acude cuando tiene un nudo en la garganta e intenta infructuosamente que las manos escriban emociones imposibles de verbalizar. Por ello, es mejor hablar de la persona que ha trascendido más allá del círculo de amistades y compañeros de trabajo, hablar del académico que es y que seguirá siendo cuando supere este momento.

Manuel tiene un lugar muy bien ganado entre los fundadores de las ciencias sociales ecuatorianas contemporáneas. Apenas debe haber superado los treinta años de edad cuando hizo su aporte fundamental con el libro sobre la producción cacaotera. Fue una obra que, en muchos aspectos, marcó una ruptura con los anteriores intentos de interpretación de la realidad ecuatoriana. Como primer paso, abandonó el ensayismo, aquella corriente que intentaba explicar los procesos sociales y políticos por el papel que desempeñaron unos personajes destacados (presidentes, caudillos, dictadores), como lo hacía la historiografía tradicional, o aplicando mecánicamente fórmulas derivadas de ideologías en lugar de hallazgos provenientes de la realidad, como lo hacía el marxismo esquemático. El estudio de Manuel se asentó en evidencias concretas, en series de datos (de producción, de empleo, de exportación, de depósitos bancarios, de conflictos sociales) y en testimonios de los actores de carne y hueso. La abundancia y la riqueza de esa información demandaban una posición alejada del lirismo y del dogma ideológico, y así lo comprendió él.

Un segundo aspecto fue el abandono de las visiones globales e integradoras, en las que se intentaba abarcar toda la diversidad del país y explicarlo todo de una sola vez. Cobijado por una formación rigurosa, Manuel sabía que eso no era posible y que, para ganar en profundidad, era necesario sacrificar la ambición de las visiones macro. Por ello, su trabajo se concentró en un proceso específico, en un área delimitada y en un tiempo claramente definido. Pero el resultado no fue una monografía sobre ese proceso, esa área y ese tiempo, sino una lección de la manera en que se debe enfrentar una investigación en el campo de las Ciencias Sociales. El rigor metodológico lo convirtió en una pieza clave en la fundación de la Sociología rural, no solamente ecuatoriana, sino también continental. Ese fue el comienzo de la rica trayectoria académica de Manuel Chiriboga y de esa rama de la Sociología que va indisolublemente ligada a su nombre.

De ahí en adelante, cada trabajo suyo contuvo aportes sustanciales. El pensamiento riguroso y equilibrado se manifestó en cada ocasión, como seguirá haciéndolo cuando regrese a esta página. Que sea pronto, Manuel.