No logro entender cómo es posible justificar las matanzas entre los seres humanos.

La pesadilla de los ataques israelíes a Palestina y viceversa, con sus escenarios de horror y el pobre papel que hace la ONU para conseguir el cese al fuego.

Los conflictos interminables en Siria…

Las más de doscientas niñas secuestradas impunemente en Nigeria…

Los innumerables muertos en Irak y la persecución religiosa a cristianos obligándolos a abandonar hogares y bienes…

Los enfrentamientos bélicos ucrano-rusos y los casi 300 pasajeros muertos en el avión comercial derribado…

El millón de inocentes asesinados, semanalmente, en el propio vientre de sus madres, muchos con protección legal…

La intolerancia religiosa que raya en brutalidad en varios países musulmanes atentando contra la libertad y la vida…

Los africanos que mueren navegando en las “pateras” buscando nuevos horizontes…

El viacrucis de los que persiguen el “sueño americano” o el europeo y son devueltos a sus países…

La agresividad antirreligiosa como medio de alcanzar notoriedad y que una cantante desconocida afirme: “Ojalá la Virgen hubiera abortado” y que, además, lo pasen en la cadena de TV CBS de Estados Unidos…

Y todo esto sin contar el dolor cercano de cada día en nuestro propio escenario ecuatoriano: delincuencia, tráfico de drogas en escuelas y colegios, sicariato, pobreza, violencia intrafamiliar, abusos sexuales, carencias en salud, educación, trabajo, etcétera. Con poca esperanza de solución en algunos de estos temas.

Es increíble el aguante que tenemos los seres humanos. Soportamos convivir con estas situaciones de terror y violencia en nuestro planeta. ¡Cómo no explotamos y morimos estresados por el nivel emocional que fluctúa entre el dolor, tristeza, desesperación, rabia, decepción, pesimismo y en muchos casos el sentimiento de impotencia que prolongado puede llevar a una depresión!

No pudiera creer que se pudiera permanecer indiferente, apático o conformista con los horrores que traen los medios de comunicación en estos días, como si una coraza recubriera el corazón y la mente.

Sí puedo comprender los anhelos universales de paz y el trabajo de muchas organizaciones para generar esta conciencia, el respeto a los derechos humanos y denunciar los crímenes ayudando a que se haga justicia…

Es admirable y comprensible la fuerza y ternura con que se defiende a los no nacidos y el derecho a vivir hasta la muerte natural, porque resulta indiscutible que la vida es el máximo bien que poseemos…

También logro entender que así como la violencia genera más violencia, más odio, enemistad y deseos de venganza… las actitudes de amor se reproducen en armonía, equilibrio, alegría y paz interior…

Puede ser titánico el esfuerzo de una persona para no perder su equilibrio y paz interior, el impulso de vivir y amar en medio de la agresión e injusticia permanente…

Solo la fortaleza espiritual puede proteger un corazón agredido al cual debe defendérselo a rajatabla, porque el peor daño que puede hacer un enemigo es deformarlo introduciéndole odio.

El corazón nos pertenece… nadie puede dañarlo sin nuestro consentimiento y si Dios habita en él.