EE. UU.

La crisis de los inmigrantes pequeños en la frontera de Texas es una prueba para los valores de Estados Unidos, uno de esos exámenes sorpresa que la historia nos lanza de cuando en cuando hacia nuestro camino: están aquí 57.000 niños indefensos. Somos un país de 300 millones de habitantes. ¿Les escupimos o les damos cobijas y camas?

Es una prueba que son muchos los que la están reprobando. En Arizona, no causa ninguna sorpresa, la gente está enloqueciendo. Al oír decir que se estaba enviando a los niños inmigrantes al pueblo de Oracle, un alguacil de un condado instigó una protesta y los participantes les pusieron una trampa a un montón de desconcertados campistas de la YMCA. Un exfiscal de un condado, inhabilitado por la barra de abogados, se lanzó a contender por el cargo de gobernador y tiene un anuncio en el que presenta a una bandera mexicana que se está tragando a un mapa de Arizona; además de que su lema de campaña es “Antes de que sea demasiado tarde”.

La fiebre en otros estados también es muy alta: hay grafitis que denuncian a los “ilegales” en Maryland. Un alcalde improvisó un bloqueo con autobuses en la ciudad de Murrieta, en California. Se publicó en YouTube el llamado a las milicias para tomar armas y botas, así como para que se comportaran como hombres para mantener a los pequeñitos en su lado del río.

En el Congreso de Estados Unidos, que desistió de crear un sistema de inmigración organizado, los republicanos están observando batallar al presidente Barack Obama para llegar a saber cómo lidiar con el problema, y se esfuerzan muchísimo para no ayudar. Su reacción tiene una parte de pánico y dos partes de júbilo. El representante Phil Gingrey de Georgia está advirtiendo a los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades en cuanto a que los inmigrantes son portadores del virus del Ébola. Para el representante Louie Cohmert, de Texas, se trata del virus H1N1. El senador por Texas Ted Cruz está utilizando a la crisis para exigir que se ponga fin al programa de Obama por el cual se aplazan las deportaciones de los jóvenes conocidos como soñadores. No existe ningún momento mejor que una crisis para exagerar los esfuerzos previos para arreglar las fallas del sistema.

Conforme la crisis envalentona a los demagogos en Washington, Obama tiene la obligación de actuar como el adulto. Sin embargo, puede ser un aliado poco entusiasta en lo que respecta a los inmigrantes no autorizados, ya que ve el problema a través del lente del cálculo que supervisa la urgencia moral de actuar. Mientras los republicanos lanzan absurdos llamados a mandar a la Guardia Nacional para sellar la frontera, vale la pena recordar que el gobierno de Obama ya hizo eso; años antes de que estallara la crisis de los niños inmigrantes.

Esta situación volátil exige valentía y tranquilidad. Obama tiene la tranquilidad, pero ¿tiene la valentía? Acaso puede mandar un mensaje claro, como el que lanzó el gobernador de Maryland, Martin O’Malley, quien les dijo a sus compañeros gobernadores: “Es contrario a todo lo que representamos como pueblo tratar de enviar en forma sumaria a los niños de vuelta a la muerte”. La alcaldesa Stephanie Miner de Syracuse escribió a Obama para ofrecerle refugios en su ciudad. El Caucas Congresal Hispano y Nancy Pelosi, la dirigente de la minoría en la Cámara de Representantes federal, están haciendo que se retroceda en los esfuerzos republicanos por acelerar la deportación de los niños. Integrantes de los cleros en Texas y otros estados se están juntando para recibir y dar alojamiento a los inmigrantes.

Con los republicanos en la histeria, se está poniendo a prueba el apoyo popular hacia los inmigrantes.

Se necesita de un liderazgo.

El mejor argumento es del presidente, quien ha buscado que el Congreso autorice 3.700 millones de dólares para ayuda humanitaria y legal para los niños inmigrantes. Tiene todo el derecho para defender sus políticas por motivos morales tanto como prácticos, confrontar el temor y el odio del Tea Party con llamados para tratar a los niños traumados como a refugiados y protegerlos de cualquier daño.

Sería bueno ver a Obama unirse a otros demócratas y otros republicanos para armar el caso moral y legal para llevar a cabo la acción por motivos caritativos, y dirigir el contragolpe por la reacción violenta del nativismo.

Y, mientras se ocupa de ello, este año puede reafirmar su compromiso de proteger, mediante decretos presidenciales, a millones de inmigrantes que han estado aquí desde hace muchos años y que merecen tener una oportunidad de legalizar su situación, algo que les ha negado el Congreso. Se comprometió a hacerlo antes de que estallara la crisis en la frontera; todos podríamos beneficiarnos al oírlo repetir ese compromiso.

En el Congreso de EE.UU., que desistió de crear un sistema de inmigración organizado, los republicanos están observando batallar al presidente Barack Obama para llegar a saber cómo lidiar con el problema, y se esfuerzan muchísimo para no ayudar.

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