Los graves problemas del fútbol ecuatoriano se vienen arrastrando hace algún tiempo, disimulados en parte por las clasificaciones a tres mundiales, la Copa Libertadores que obtuvo la Liga de Quito y el éxito de ciertos jugadores en el exterior, circunstancias que obligaron a pensar que estábamos presenciando una era revolucionaria en el aspecto futbolístico. Opinión exagerada, que se comprobó con la mediocre actuación de nuestra selección, paradójicamente elogiada por noveleros que no tienen idea de fútbol. Clubes con balance en rojo, malos manejos directrices, equipos con escasa hinchada, pobre asistencia a los estadios, sueldos impagos a los futbolistas, deudas millonarias, contrataciones indecorosas y la interesada apatía de la Ecuafútbol han permitido llegar a esta atípica situación, en la cual la huelga de los futbolistas no pasará de ser una simple anécdota.

Ojo que el problema no es patrimonio de nuestro fútbol (pobre ¿pero honrado?), con el consuelo que queda al conocer que el Ecuador no es el único en el cual se dan estos críticos escenarios; si se revisa el panorama actual del fútbol sudamericano, nos daremos cuenta de que más allá de la calidad técnica y del continuo mercado de exportación, la crisis es generalizada con problemas parecidos en varios países. Hace pocos días leía una noticia de un diario argentino que se refería a las cuantiosas deudas de los clubes con sus jugadores y empleados, crisis que es solventada parcialmente con préstamos usurarios que les entrega la Asociación de Fútbol Argentino (AFA), habiéndose llegado al punto de que el único salvavidas financiero con el que cuentan ciertos equipos es la continua exportación de sus jugadores juveniles o mayores, opción que se ha llegado a imponer como un modelo de negocio, casi de subsistencia.

En Chile es posible también revisar lo que ocurrió con la crisis de sus clubes hace algunos años, lo que obligó a instaurar el sistema de sociedades anónimas deportivas, permitiendo de alguna manera ordenar las finanzas de los clubes chilenos que antes eran verdaderas cajas negras; pese a ese intento, el 85% de los clubes chilenos opera con pérdidas más allá de que el déficit del conjunto de equipos cada vez se reduce de forma más eficiente; sin embargo, las críticas al modelo de las sociedades anónimas son persistentes, insinuando que la esencia deportiva y el amor a la camiseta de un club han quedado relegados ante la obligación del cumplimiento de simples metas económicas. Señalo el caso chileno ya que hay quienes insinúan que las sociedades anónimas son la única tabla de salvación de los clubes ecuatorianos, los cuales seguirán naufragando en un mar de dudas y deudas hasta que se produzca ese cambio radical.

No hay soluciones fáciles, menos aún mágicas, y recuerdo esto. Ya que todos apuntan a la responsabilidad exclusiva del presidente de la FEF, acusándolo de todos los males del fútbol ecuatoriano. Comparto la opinión de que llegó la hora del relevo de Chiriboga, pero no es él quien ordenó al club El Nacional, por ejemplo, que pague a un jugador más de $ 40.000 mensuales, ni a otros dirigentes que prefieran seguir contratando jugadores extranjeros antes que cumplir con el sueldo de los nacionales. Hay ocasiones en que los autogoles los celebran quienes menos pensamos.