De Ucrania al Medio Oriente, algunos actores malos –el Hamás, el presidente ruso Vladimir Putin, los colonos israelíes, por nombrar solo a algunos– están tratando de enterrar el futuro con el pasado y de dividir a los pueblos. Pero en lugar de hablar de estos temas aún más de lo que ya se ha hablado, prefiero escribir ahora sobre una compañía que está enterrando el pasado con el futuro, poniendo en contacto a extraños.

El año pasado entrevisté a Brian Chesky, uno de los fundadores de Airbnb.com, sobre el surgimiento de la economía compartida impulsado por empresas como Uber, la aplicación de taxi por encargo, y Airbnb, que ofrece una plataforma para que la gente rente habitaciones, casas, castillos y yurtas a extraños, con la misma facilidad con que se puede reservar una habitación en el Marriott. Hace poco volvimos a reunirnos y Chesky explicó el repentino crecimiento que ha tenido su compañía en los últimos doce meses; un crecimiento tan rápido que nos revela que esta nueva economía compartida es la mera verdad y cada vez será una fuente de ingresos para más y más personas.

Chesky ofreció esta muestra de las cifras recientes de Airbnb:

“Tenemos más de 3.000 castillos, 2.000 casitas de árbol, 900 islas y 400 faros disponibles para ser reservados en el sitio web. En una noche reciente había más de cien personas pernoctando en yurtas”.

“En un reciente fin de semana, para el 56% de huéspedes de Airbnb era su primera vez. La semana pasada, los huéspedes dejaron comentarios sobre sus anfitriones en 42 idiomas. Más de 17 millones de personas se han hospedado gracias a Airbnb. Pasaron cuatro años para que Airbnb llegara a su primer millón de huéspedes. Ahora, esa cifra se alcanza en un mes”.

“Más o menos 120.000 personas de 150 países estuvieron en habitaciones rentadas a través de Airbnb durante la Copa Mundial en Brasil. Los anfitriones Airbnb en Brasil ganaron más o menos 38 millones de dólares por sus reservaciones durante la Copa Mundial. En promedio, cada anfitrión en Río de Janeiro ganó 4.000 dólares en el mes que duró el torneo; más o menos cuatro veces el salario mensual promedio en la ciudad. Y 189 huéspedes alemanes pernoctaron con brasileños la noche del encuentro de semifinales entre Brasil y Alemania”.

El 5 de julio de 2014 fue la mejor noche que ha tenido Airbnb. “Su plataforma albergó a más de 330.000 huéspedes en todo el mundo, en miles de ciudades de más de 160 países”, precisó Chesky. En París, el 5 de julio, hubo casi 20.000 personas en habitaciones rentadas a través de Airbnb. En 2012, esa cifra fue de menos de 4.000.

¿Cuál es el secreto? ¿Quién sabía que había tanta gente dispuesta a rentar habitaciones de su casa a extraños y que tantos extraños iban a estar dispuestos a quedarse en la habitación desocupada de otra persona?

La respuesta corta es que Airbnb comprendió que el mundo cada vez está más hiperconectado, lo que significa que existe la tecnología para conectar a cualquier persona que desee rentar una habitación con cualquier turista o viajero de negocios del planeta. Y que si alguien creara la plataforma de confianza que los reuniera, ambas partes podrían obtener gran valor. Esa fue la verdadera innovación de Airbnb, una plataforma de confianza en la que todos no solo podrían ver la verdadera identidad de los demás, sino también calificarlos como buenos anfitriones, malos o indiferentes. Esto significa que cualquiera que use el sistema rápidamente se labra una reputación relevante y visible para todos los demás miembros del sistema.

Tome una identidad confiable y una reputación relevante, júntelas con internet y de pronto tendrá 120.000 personas alojadas en casas particulares de brasileños durante la Copa Mundial en lugar de en hoteles. Obviamente, hay excepciones y manzanas podridas, y Airbnb ofrece una cobertura por daños hasta por un millón de dólares en tales casos. Pero las cifras revelan que el sistema le está dando resultado a mucha gente.

“Creo que vamos a regresar a un lugar en el que el mundo sea nuevamente una aldea; un lugar donde mucha gente se conoce y confía mutuamente... y donde cada quien tiene una reputación conocida por todos los demás”, afirmó Chesky, de 32 años. “En Airbnb, todo el mundo tiene una identidad”.

No se puede rentar una habitación si no se crea un perfil. Y mientras más información haya en ese perfil –licencia, pasaporte, página de Facebook y reseñas de otras personas que se hayan hospedado anteriormente– es más probable que lleguen más clientes. Y mientras mejor sea la reputación que se gane en los comentarios, “habrá más gente que quiera trabajar con nosotros”, agregó Chesky. “Se elimina toda la fricción social causada por la falta de confianza”. Y de paso, “se desbloquea todo ese valor y el mundo vuelve a sentirse como una gran comunidad nuevamente”.

Pero, ¿qué hay de la “propiedad”?

“Había cierto romanticismo respecto de la propiedad, pues esta significaba que uno era libre y tenía facultades”, responde Chesky. “Ahora pienso que, para la generación más joven, la propiedad es una carga. Y mucha gente de mi edad no quiere la responsabilidad de un auto, de una casa y de tener muchas cosas por todas partes. Lo que quiero poseer es mi reputación, pues en este mundo hiperconectado, la reputación nos da acceso a todo tipo de cosas. Ahora, la reputación es como una llave gigantesca que nos permite abrir más y más puertas. Los jóvenes de ahora no quieren ser dueños de esas puertas, sino tener la llave que las abre”, a fin de rentar una habitación, enseñar un oficio, llevar a otros en su auto o ser llevados por otro.

¿Qué significa esto para los empleos tradicionales?

Hoy en día, explica Chesky, “es posible tener muchos empleos y diferentes tipos de ingresos, y acumulamos diferentes reputaciones, basadas en los comentarios de nuestros pares, a través de muchas plataformas de personas... Podemos empezar entregando alimentos, pero como aspirantes a cocineros, quizá preparemos nosotros mismos los alimentos y los entreguemos a domicilio; con el tiempo prepararemos comidas caseras y ofreceremos la experiencia de una cena en nuestra propia casa”. Así como Airbnb “pudo encontrarle el uso a esos lugares que nunca supimos para qué servían, será lo mismo con la gente. Ese oficio, ese pasatiempo que usted tenía pero que nunca usaba”, será posible lucrar con eso gracias a la economía compartida.

El ritmo al que esto sucede dependerá en parte de los organismos reguladores y de los cobradores de impuestos en cada ciudad, pues no a todos les gusta que un civil convierta una habitación desocupada en hotel o su cocina en restaurante. La economía compartida puede complementar a la actual y hacer que sea más grande el pastel a repartir. Pero mientras más grandes sean las empresas como Uber y Airbnb, más resistencia habrá de las ya establecidas. Esta será una lucha entre la economía del siglo XX y la del siglo XXI.

La economía del siglo XX estuvo impulsada por grandes corporaciones que estandarizaron todo porque en realidad no conocían a sus clientes, sostiene Chesky. “La economía del siglo XXI estará impulsada por la gente” –y en ella, los compradores tendrán una identidad y todos los productores tendrán su reputación personal– “por lo que yo podré venderle algo directamente a usted, deleitarlo y sorprenderlo, y usted podrá elegir no entre cuatro sino entre cuatro millones”.

No sé si eso es cómo van a resultar las cosas, pero dado el rápido crecimiento de Airbnb, el argumento de Chesky definitivamente tiene toda mi atención.

¿Cuál es el secreto? ¿Quién sabía que había tanta gente dispuesta a rentar habitaciones de su casa a extraños y que tantos extraños iban a estar dispuestos a quedarse en la habitación desocupada de otra persona?

© The New York Times 2014.