Desde el título, el más reciente libro de Simón Espinosa, Vine, vi, linché: 124 columnas de opinión, 1982-2012 (Quito, Universidad Andina Simón Bolívar & Corporación Editora Nacional, 2014), está cargado de profundo humor del bueno: cuán reconfortante es burlarse del poder y de esos que se creen poderosos para siempre. Aunque los personajes varían con los años, tanta es la estupidez humana en la escena pública nacional que una de las formas de combatirla es, precisamente, carcajeándose de ella. El libro se inicia con un artículo que se ríe del vicepresidente de la República de turno y se cierra con otro que ironiza la vacua moda política del hembrismo en el lenguaje por aquello de repetir ‘ciudadanos y ciudadanas’.

Los artículos seleccionados, aparecidos mayoritariamente en el diario Hoy, están ordenados cronológicamente. La escritura en los periódicos no siempre tiene el destino de trascender, debido a que se trata de una práctica, en más de un sentido, de urgencia, destinada a dar cuenta de los acontecimientos que en ese momento marcan el ritmo del país. Pero tanta gracia en el estilo y tanta habilidad en los usos inventivos del lenguaje hacen que la prosa de Espinosa sea artística: aunque los hechos descritos pertenecen al pasado reciente, la calidad narrativa hace perdurar los argumentos entonces esgrimidos.

Espinosa sabe entretener cuando habla de la obra de hombres buenos como Aurelio Espinosa Pólit, Clemente Yerovi Indaburu, Leonidas Proaño, Marco Vinicio Rueda, Hernán Malo, Rodolfo Agoglia, entre otros. También es inolvidable su parodia del cruce de memorandos por la desaparición de un caballo (“unidad móvil no mecanizada, tipo equino, género macho”) en el Ministerio de Defensa Nacional. O cuando pregunta por el rostro reconstruido de Jesús hecho por investigadores británicos: “¿Qué sentirán las devotas y los devotos al cerrar los ojos y dirigir sus afectuosas plegarias a un rostro parecido a una mezcla de Abdalá, Alfredo Adum y Barrabás?”.

Espinosa confirma que el trabajo del periodista es el de un escritor. Veamos su prosa: “El primer periodista fue entrevistador. Y además fue hembra. Adán y Eva estaban desnudos cuando llegó la serpiente de colores, el más astuto de los animales. Se plantó ante Eva, sacó su grabadora y la entrevistó: ¿Cómo es que Dios os ha dicho: No comáis de ninguno de los árboles del jardín? El resto es historia conocida. El texto de la entrevista salió en el periódico Génesis, en primera página a cuatro columnas bajo el título de ‘La Caída’. La foto correspondiente fue censurada”. Esto es periodismo que se convierte en literatura.

En el contexto actual, Vine, vi, linché alude de modo burlesco a una tara social que estamos padeciendo: el abuso interesado de la noción de ‘linchamiento mediático’ que, en vez de proteger a los individuos de los errores que también pueden cometer los medios de comunicación, se ha convertido en un instrumento para acallar a quienes cuestionan con argumentos al poder político. Un escritor de la estatura moral de Simón Espinosa da la vuelta a ese concepto del linchamiento y lo vacía de sentido; con gesto potente, él mismo se declara linchador para resaltar la dignidad del periodista que nunca ha tenido miedo del poder.