Etimológicamente, la palabra “patria” significa “tierra de nuestros padres” y ¿quién es el padre de esta tierra de nuestro ancestro? Hay quien no atina la respuesta, pues sus raíces están en el limbo a pesar de su cédula ecuatoriana. Y el hijo de una patria huérfana de paternidad ¿podrá fructificar para su propia historia desde un árbol desarraigado? La respuesta es NO. Y como el instinto más fuerte del hombre, el de la unión, lo impulsa consciente o inconscientemente a aferrarse a algo o a alguien bueno o malo, convierte en su padre nada menos que a un maltratador padrastro cuando así lo determina el sistema. Y un pueblo así convertido enceguece tanto que festeja con bombos y platillos, comparsas, himnos patrióticos y hasta con pasillos tristes la fundación de tres siglos de conquista y cadenas coloniales.

En consecuencia, las “famosas” fiestas julianas de Guayaquil celebran la fundación del yugo imperialista en nuestra tierra. Y todo festejo de fundaciones coloniales no es sino vacío de identidad, hija de la agonía y de la sangre derramada en las mitas, latifundios, obrajes. Y más doloroso aún: no solo se celebra al opresor, sino, justo, en el mes de su nacimiento, julio, se arrincona al libertador Simón Bolívar que sometió al yugo colonial desde el Orinoco al Potosí.

Y ¿cómo han arrinconado al Libertador que dio su vida, su posición social, su fortuna por su América siendo no solo el más grande en la historia de nuestro continente, sino el precursor de la organización internacional de nuestros días con una proyección más trascendente que la misma Sociedad de Naciones, ONU, OEA, Unasur, Mercosur, CAN, etc.? Muy fácil. Lo han arrinconado con el arma mortal contra los grandes, la mezquindad, quitándole su nombre a parte del Malecón y al aeropuerto de Guayaquil, borrando del calendario como fiesta oficial nada menos que la fecha de su nacimiento, el 24 de julio de 1783, a él, Simón Bolívar, el padre de la patria. Y si desempolvan su nombre, lo calumnian o “históricamente” apuntan sus errores como si nuestros padres, a pesar de su amor, no tuvieren equivocaciones.

El mes de julio es de Simón Bolívar. A él deben dirigirse todas las celebraciones en estos días, porque es nuestro padre, el padre de la patria, el Libertador. Y el mes de Guayaquil, el de la libertad de nuestra urbe, es octubre. Y si se pretende alabar a España, está bien si no se trata de la España de la leyenda negra, sino de la España eterna, la del Quijote, la de Santa Teresa, la del mismo Libertador, porque Bolívar, al decir de Unamuno, es uno de los grandes de la España eterna. Y para esa celebración hay también un día, el de la Hispanidad, el 12 de octubre.

Para nosotros, sea nuestra identidad la tierra que nuestro ancestro liberó de la esclavitud. Siendo así, entreguemos nuestros afectos, nuestras ideas, nuestra cívica y sembremos en el pueblo, en los medios de comunicación, en el currículo educativo, la vida, obra y trascendencia del padre de la patria, Simón Bolívar, nuestro Libertador.