Debido a las tropas israelíes que están invadiendo otra vez a Gaza y al aumento en el total de víctimas, parte de la retórica de los partidarios en cada lado tiene un paralelismo curioso. Quizá sea el momento de corregir unas cuantas ideas erróneas, comunes en los bombardeos que van y vienen.

—Se trata de una lucha entre el bien y el mal, lo correcto y lo equivocado. No podemos relajarnos, no podemos comprometernos, y no tuvimos otra opción más que actuar.

Por el contrario, se trata de una guerra en la que ambos pueblos tienen una cantidad considerable de cosas correctas de su parte. El hecho de no reconocer la humanidad y los intereses legítimos de las personas del otro lado ha llevado a una satanización mutua. Eso ha tenido como resultado una serie de escaladas militares que dejan peor a ambos pueblos.

Los israelíes tienen toda la razón cuando dicen que tienen el derecho a que Hamás no los ataque con cohetes, a que no los secuestren, a que no sean sujetos de bombazos terroristas. Y los palestinos tienen toda la razón cuando dicen que tienen el derecho a ser un Estado, a tener negocios e importar bienes, a vivir en libertad y a no ser relegados a una ciudadanía de segunda clase en su propio territorio.

Ambas partes tienen bastantes personas buenas que solo quieren lo que es mejor para sus hijos y sus comunidades, y también bastantes fanáticos miopes que predican odio. Un punto de partida es hacer a un lado el discurso del bien contra el mal y reconocer a esta como una historia dolorosa de dos pueblos –cada uno con reclamos legítimos– que están chocando uno con el otro.

Solo porque el conflicto subyacente es entre dos pueblos que tienen, cada uno, bastante razón, no quiere decir que no haya villanos. Hamás es violenta, no solo hacia Israel, sino hacia su propio pueblo, y, en comparación con Israel, no parece tratar de minimizar el número de víctimas civiles –las suyas o las de Israel–. Hamás no es tan corrupta como la Autoridad Palestina, pero es muchísimo más represiva, y mi impresión, a partir de mis visitas a Gaza, es que también es impopular ahí. Pareciera que, a veces, Hamás tiene más apoyo en algunos campus universitarios en Estados Unidos o Europa que dentro de Gaza.

Entre tanto, la derecha israelí debilita al mejor socio para la paz que haya tenido Israel, el presidente Mahmud Abás de la Autoridad Palestina, y los asentamientos israelíes son un regalo del extremismo palestino. Hoy día, tanto en Gaza como en Jerusalén, los halcones están a cargo y se empoderan unos a otros.

—El otro lado entiende solo con la fuerza. ¿Qué más podemos hacer cuando nos atacan, sino tomar represalias?

Los dirigentes israelíes, empezando por el primer ministro Benjamín Netanyahu, piensan que la forma de proteger a sus ciudadanos es con la invasión de Gaza y explosionar los túneles; y, si mueren civiles y niños gazatíes, es algo triste, pero inevitable. Y algunos gazatíes piensan que ya se encuentran en una prisión al aire libre, sofocándose por el embargo israelí, y la única forma de conseguir un cambio es disparando cohetes, y si mueren algunos niños israelíes, es algo muy malo, pero niños palestinos ya están muriendo cien veces más.

De hecho, ya antes habíamos visto esta película: Israel respondió a la agresión invadiendo Líbano en 1982 y 2006, y Gaza en 2008; los halcones vitorearon en cada ocasión. No obstante, ya en retrospectiva, con cada invasión, lo que se consiguió, en el mejor de los casos, fueron ganancias militares temporales, en tanto que se mató a grandes cantidades de inocentes; no se resolvió ningún problema.

Asimismo, con la combatividad palestina no se ha conseguido nada, como no sea incrementar la miseria del pueblo palestino. Si los palestinos recurrieran más a grandes campañas de resistencia sin violencia, al estilo de Gandhi, los videos resultantes reverberarían por todo el mundo, y Palestina lograría el estatus de Estado y la libertad.

Algunos palestinos entienden esto y están probando la estrategia, pero son demasiados los que en su definición de no violencia incluyen lanzar piedras. No, la cosa no es así.

—¿Qué harían si su familia estuviera en Gaza o en Israel, en riesgo de que la mataran? No se sentarían solo a cantar Kumbaya, ¿cierto?

Si cualquiera de nosotros estuviera en Israel, totalmente aterrado por los cohetes que lanza Hamás, sería posible que también vitoreáramos la invasión de Gaza. Y, si algunos de nosotros estuvieran en Gaza, ahogados por el embargo, perdiendo parientes con cada ataque aéreo de Israel, es posible que también vitoreáramos que se lanzaran cohetes contra Tel Aviv. Así es la naturaleza humana.

Por eso es que necesitamos desescalar, empezando con un cese el fuego que incluya ponerle fin a los ataque de Hamás con cohetes y que Israel se retire de Gaza. Para Israel, se trata de una oportunidad de usar la diplomacia para conseguir lo que no se puede con pólvora: marginar a Hamás. Israel podría sugerir elecciones en Gaza, supervisadas internacionalmente, con la promesa de que regresarle el control a la Autoridad Palestina significaría finalizar el embargo económico.

Aquí tenemos un conflicto entre lo correcto y lo correcto, al cual secuestró la línea dura de cada lado, las cuales se alimentan mutuamente. No es que sean lo mismo, y por lo que yo veo no son equivalentes. Hay, en cierto sentido, una simetría dolorosa; y un elemento es que cada lado niega vigorosamente que siquiera exista alguna simetría.

Ambas partes tienen bastantes personas buenas que solo quieren lo que es mejor para sus hijos y sus comunidades, y también bastantes fanáticos miopes que predican odio.

© 2014 New York Times

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