El reciente anuncio de que el Ecuador y la Unión Europea han logrado sellar un convenio bilateral del comercio marca un hito histórico para el desarrollo económico del país. Dada la enorme importancia del mercado europeo para las exportaciones no petroleras ecuatorianas, el acuerdo era una imperiosa necesidad. Aunque aún quedan algunos obstáculos que superar, el tratado fija un marco de estabilidad y predictibilidad que era necesario para que los grandes, medianos y pequeños exportadores nacionales puedan canalizar sus recursos, tiempo y energías. El país no podía seguir al vaivén de regímenes preferenciales unilaterales, de renovaciones, sustos y sobresaltos. Nuestros derechos ahora estarán anclados en la letra y espíritu de un pacto internacional.

El tipo de acuerdo celebrado con la Unión Europea se inscribe en una tendencia moderna de las relaciones económicas internacionales. Como se sabe nuestros vecinos Perú y Colombia han celebrado uno similar con Europa y con otros bloques económicos y naciones de forma individual. Igual cosa ha hecho la mayoría de las naciones latinoamericanas y de otras regiones. El escenario del comercio internacional hoy viene configurado con el acuerdo de la Organización Mundial de Comercio (OMC) como el gran marco general y multilateral del que forman parte 160 naciones, incluyendo los grandes actores del comercio mundial como son los Estados Unidos, Europa, China y Japón.

No obstante el alto grado de especificidad que tiene la normativa de la OMC, el prestigio que gozan sus mecanismos de solución de controversias, su tradición como sucesora del Acuerdo General de Comercio y Aranceles (GATT) y a pesar el alto profesionalismo de su burocracia, muchos países abrieron hace una década aproximadamente el camino de negociaciones bilaterales de comercio con el objetivo de acomodar con más precisión sus necesidades dentro de un marco bilateral. Los últimos años han visto una suerte de boom del bilateralismo comercial. Un bilateralismo que a diferencia de aquel que se experimentó en la primera mitad del pasado siglo, se ha construido sobre los cimientos de un sistema multilateral como es el de la OMC.

Las relaciones económicas internacionales han crecido enormemente en complejidad. Bastaría comparar cuantitativamente los textos de los antiguos tratados de amistad, comercio y navegación con los convenios comerciales como el que hemos celebrado con la Unión Europea, para caer en cuenta de las profundas transformaciones que han ocurrido en esta área. Los modernos tratados de comercio son verdaderos libros con decenas de capítulos, cientos de artículos y anexos tras anexos.

El ámbito de aplicación de esta nueva generación de tratado es tan amplio como amplio es hoy el espectro de asuntos involucrados en las relaciones comerciales. Desde la propiedad intelectual, y la participación en licitaciones del sector público, hasta las normas de origen y las reglas antidumping, desde la solución de controversias hasta las reglas de nación más favorecida, la lista es larga y los asuntos son de gran complejidad.

Con la ratificación del nuevo tratado por parte de los órganos legislativos pertinentes, a la economía ecuatoriana se le abre una gran oportunidad.