¡Cómo cuesta volver de las vacaciones! Quienes preparan la nueva ley de relaciones laborales deberían leer a Julio Verne y darnos Dos años de vacaciones. Lo malo no es volver al trabajo, lo malo es volver a ver que las cosas que nos desagradan siguen tal como las dejamos; lo malo es oír los mismos comentarios gastados, a favor y en contra del gobierno, y lo peor de todo es enfrentarse a las permanentes quejas y comentarios políticos que son el pan de cada día de los ecuatorianos.

Volví hace una semana y las tres cosas que más me han sorprendido son, en primer lugar, que la Asamblea Nacional otorgue un reconocimiento a un chico que imita a un artista en un programa de televisión que, con el perdón de sus creadores y del medio que lo difunde, es muy pobre. Pero más pobre me parece el papel de la Asamblea al legitimarlo. Yo pienso que el papel de los medios es educar y dar a la población programas culturales de buen nivel. Sería bueno que los asambleístas sintonizaran Educa TV o cualquier programa de ETV, para que apreciaran la diferencia.

También me ha dado tristeza ver que la política se impone sobre la razón y las autoridades del Puerto Principal insisten en colocar un monumento a León Febres-Cordero en la ciudad. Muchos guayaquileños ilustres podrían ocupar el lugar que ocupará el ingeniero, ¿por qué debe ocuparlo un personaje que no respetó los derechos humanos? ¿Se lo colocará como un símbolo de poder y prepotencia? Me niego a creer, pero no encuentro respuesta, porque si lo que se pretende es embellecer la ciudad, ¡pongan a George Clooney!, él además de guapo es un activo pacifista.

Finalmente, me resulta absolutamente increíble las cosas que oigo sobre la anterior administración del Cabildo quiteño. ¿Es o no inverosímil que el exvicealcalde Jorge Albán haya devuelto un préstamo no reembolsable? ¿Alguien puede creer que no hayan entregado toda la información? ¿Será verdad que detuvieron los programas empezados antes de entregar el poder de la ciudad? Me niego, me niego rotundamente a creer las cosas que oigo.

Esto último me recuerda a cuando mi hermana Pati se casó y se fue a vivir en Guayaquil. Ella se mudó a un lindo edificio y tenía un vecino gringo, un poco serio y dueño de una camioneta adaptada para acampar que mi marido y yo envidiábamos. Un día, el dueño del edificio subió el valor del arriendo a todos los condóminos, el extranjero se negó a pagar, entonces el dueño le pidió que devolviera el departamento, y él así lo hizo: un día empacó todo y él y su familia se fueron, pero antes de mudarse puso cemento en todos los baños, desagües y sifones.

Ojalá los seres humanos comprendamos algún día que las actitudes prepotentes, egoístas y mezquinas no construyen. Que lo importante, desde cualquier posición que ejerzamos, sea pública o privada, es servir. Hacer “la del gringo” nunca va a ser una buena opción.