La ciudad de Loja, luego de sufrir los efectos devastadores de una década perdida, la que estuvo alimentada por una ineficiente administración municipal socialista y el accionar de una retrógrada megaalianza (que no fue otra cosa que un sancocho político del peor gusto), ahora, para satisfacción de la frontera sur, deja escuchar otra vez su fuerte y renovada voz. Y es que en este nuevo escenario, los proyectos fluyen, las iniciativas surgen con espontaneidad. Hay verdadero interés por lo urgente, denotando tener una clara visión sobre el desarrollo y sus desafíos.

Se han retomado, con energía y dinamia, aquellos temas importantes que irresponsablemente fueron olvidados durante estos últimos diez años de sombras, como el plan maestro de agua potable y alcantarillado, desarrollo urbanístico y reordenamiento de los espacios públicos, mejoramiento de mercados, mantenimiento de calles y avenidas, parque industrial, regulación del tránsito y la transportación, impulso a la ciudad competitiva y turística, saneamiento ambiental, áreas deportivas y zonas verdes, etcétera.

Asimismo, desde el Ayuntamiento, destacan otras ideas-fuerza no menos trascendentes, novedosas e influyentes como la innovadora campaña que se ejecuta los días viernes denominada “en bicicleta al trabajo”, iniciativa que persigue fomentar, por un lado, el uso masivo de la bicicleta como medio de transporte en la urbe y, por otro, estimular la práctica del ejercicio en la población, lo que implica tener a una ciudad en movimiento. A esto se suma la ‘peatonización’ del centro histórico durante los fines de semana.

Sin duda, se trata de un proyecto que adquiere especial relevancia y que bien puede ser el inicio de la construcción de la primera “bicípolis” del país, es decir, un vecindario abiertamente amigable con la bicicleta, muy propia de ciudades como Ámsterdam, Copenhague, Barcelona, Montreal, Bogotá, entre otras, que caminan –en muchos aspectos– en contravía a las asfixiantes urbes masificadas del siglo XXI.

Desde luego, para ello se hace necesario orientar sostenidos esfuerzos ciudadanos y ubicar, además, significativos recursos encaminados a modificar, por un lado, patrones de comportamiento que rompan con el inmovilismo de la sociedad moderna muy apegada a la ley del menor esfuerzo; y, por otro, disponer de la infraestructura necesaria lo que implica creación de ciclovías, señalética y semaforización, programas de capacitación para la población, disponibilidad de espacios públicos para zonas de alquiler y aparcamiento de bicicletas, así como el necesario enlace con el servicio de transporte público.

Y es que, de a poco, la bicicleta se va convirtiendo en una de las mejores opciones para enfrentar el caos que implica el crecimiento geométrico en el número de automotores en las grandes e intermedias ciudades y con él la agudización de los problemas de congestión vehicular, ruido y contaminación ambiental que comprometen seriamente el bienestar de la población.

Desde esa perspectiva, la bicicleta, con su simple y liviana estructura metálica, se abre espacio en medio de la selva de cemento. Tanto así que la estropeada Constitución de Montecristi en su art. 415, al referirse a la biosfera, ecología urbana y energías alternativas, expresamente determina que “…se incentivará y facilitará el transporte terrestre no motorizado, en especial mediante el establecimiento de ciclovías”.

Como vemos con satisfacción, desde Loja, con el liderazgo de José Bolívar Chato Castillo se impulsa una propuesta que tendrá en el futuro, a no dudarlo, un gran impacto en la calidad de vida de su gente.