Nuestro invitado
Alfredo Saltos Guale

La comunidad científica internacional se encuentra conmovida por el rápido e inexorable avance del mal de Panamá, enfermedad fungosa que extermina el banano y plátano, que ha dado un paso intercontinental al ratificarse su presencia en África, luego de haber contaminado y destruido áreas del sudeste asiático, dejando una estela de desolación y hambre, no existiendo razones válidas para no presagiar su cercano arribo a las verdes campiñas ecuatorianas. El patógeno, que mora cómodamente en los suelos, puede ser transportado en mínima proporción en los zapatos de los visitantes a las plantaciones afectadas, que en un mismo día, vía aérea, pueden trasladarlo a zonas aparentemente libres de América Latina e iniciar una irremediable contaminación que provocaría pérdidas económicas ingentes e impactaría la tranquilidad social de las naciones donde se cultiva.

Ecuador ya sufrió, a mediados del siglo pasado, el descomunal ataque del mismo flagelo que provocó la destrucción de más de 160 mil hectáreas de Gros Michel, que tuvieron que ser sustituidas por clones resistentes; pero ahora se propaga una raza específica diferente que arrasa a todas, sin que existan líneas mejoradas que puedan sobrevivir la peste, que no responde a ningún tipo de tratamiento químico o manejo agrícola, pues una vez detectada, se vuelve imposible su control, provocando la muerte de los sembríos. Si antes fue catastrófico ahora lo será mucho más, ya que las actuales plantaciones, en gran mayoría de propiedad de pequeños empresarios, con toda su infraestructura y tecnología, superan los 20 mil dólares por hectárea, afectando una serie de actividades colaterales que se nutren de su producción y comercialización que generan exportaciones de más de 2.300 millones de dólares al año y mano de obra a miles de familias.

Siendo así de grave lo que se avecina, pueden adoptarse medidas postergando su llegada, pero será necesaria una movilización de todas las instancias estatales y de la sociedad civil, porque rebasa las limitadas atribuciones del Ministerio del ramo. En aquella nefasta época el Legislativo declaró prioritario el control de las plagas y enfermedades del banano y el presidente aprobó el reglamento para obligar la ejecución de disposiciones preventivas. Ahora es posible tomar acciones para alargar su venida mediante estrictas cuarentenas que incluyan la desinfección de contenedores, más de 150 mil anuales, que han pernoctado en países cuyos cultivos sufren las consecuencias y prohibir el acceso a los campos de personas que los hayan visitado.

Falta muy poco para que los prometedores esfuerzos de científicos de distintas nacionalidades, impulsados por sendas iniciativas de la FAO, comprometida con la seguridad alimentaria, den resultado en la búsqueda de formas de plátano y banano que por su propia naturaleza soporten los embates de la epidemia, única solución práctica y definitiva para superarla. Actualmente, se prueban varias, conforme a los requerimientos productivos y gustos de un exigente mercado. De su lado, Ecuador debe abandonar su enclaustramiento científico y coparticipar con técnicos capacitados, que sí los tiene, pero también con recursos, para aprovechar los progresos alcanzados y, paralelamente, sin dilaciones emprender en una investigación propia que responda a la particularidad de nuestro medio, que ha sido benévolo, porque estas desgracias asoman cuando otros ya las asimilan.

Siendo así de grave lo que se avecina, pueden adoptarse medidas postergando su llegada, pero será necesaria una movilización de todas las instancias estatales y de la sociedad civil, porque rebasa las limitadas atribuciones del Ministerio del ramo.