Escribo para celebrar cierta flexibilidad frente a las fechas de inicio del año lectivo. Se han otorgado autorizaciones, a varias instituciones educativas particulares, para que comiencen el año lectivo acorde con sus urgencias, antes del cinco de mayo, fecha de partida, establecida oficialmente con el propósito de sincronizar el desarrollo de actividades docentes, de manera especial en instituciones fiscales, donde hasta nimiedades son regladas y controladas milimétricamente. El Bachillerato Internacional ha recibido un tratamiento comprensivo al igual que otros centros educativos. Mis aplausos. El orden y la libertad estrechan vínculos.

Hace unos días, en este espacio, opiné: “Existe una variedad de realidades y diferencias entre centros educativos: unos tienen solo educación inicial; otros tan solo ‘primaria’ y otros solo ‘secundaria’. ¿Significa que estas instituciones no pueden iniciar el año escolar el cinco de mayo sino que deben esperar hasta la fecha programada? El buen juicio me dice que no”. Hoy el buen juicio me dice que sí hubo –y hay– la flexibilidad necesaria para receptar peticiones de anticipación o postergación del inicio del año lectivo. Las circunstancias, en ocasiones, mandan o exigen soluciones específicas. Es plausible que las autoridades estén abiertas y sensibles a dichos requerimientos.

En el espacio al que aludo, concluía con esta reflexión: “Los rectores y directores son administradores educativos, no meros empleados para ejecutar un libreto. ¡Bien por la unificación de los periodos de vacaciones de estudiantes y docentes! El qué y el para qué de los contenidos de educación deben emanar del Estado; el cómo, cuándo y con quién hacerlo debe ser una tarea de rectores y directores; no hay por qué subestimarlos”. Cuando menciono el ‘qué y para qué’ me refiero a los planes y programas oficiales, que junto a los objetivos del proceso educativo (para qué) deben ser potestativos del MEC. Es vital que los infantes, niños y jóvenes tengan una exacta comprensión de su pasado y dispongan, en su presente, de las herramientas necesarias para enfrentar su cercano-futuro. En estos planes debe constar un espacio para materias optativas que acojan el estudio de exigencias locales, de postulados de instituciones particulares que propugnan valores en los que creen los padres de familia que acuden a dichos centros. Resulta fácil entender que somos seres diversos, tenemos creencias diferentes, vivimos en zonas que requieren reforzar sus identidades. Un 20% de la malla curricular debiese destinarse a las peculiaridades de cada centro educativo, con el conocimiento de autoridad competente. ¡Qué cosecha al final, me la imagino! ¡La diversidad es riqueza, no hay por qué temerla!

Iniciar clases en mayo y no en abril es temerario, es desconocer las circunstancias muy propias de la época invernal. A finales del año lectivo 2013-2014, sobre todo en el campo, tuvimos un invierno seco; no se ha podido sentir la presencia devastadora del agua en centros educativos. En Manabí, Santa Elena, El Oro y Guayas hubo sequías en lugar de inundaciones. ‘El Niño’ en gestación (¿?) puede trastocar planificaciones. Mejor prevenir que lamentar. El ayer atesora enseñanzas.

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