La organización de países desarrollados (OECD) acaba de publicar los resultados de la prueba internacional PISA 2012, la misma que esta vez midió la resolución creativa de problemas en estudiantes de 15 años. Los países de Latinoamérica lograron resultados muy bajos, esto implica que problemas cotidianos como usar un mp3 para reproducir y guardar música o decidir qué tarifa es la más barata combinando varias opciones de transporte público pueden resultar complejos y no los resuelvan fácilmente. Es evidente que la escuela de hoy no está considerando que cada vez más los alumnos requieren habilidades para enfrentar situaciones no rutinarias, de alta complejidad, que demandan la búsqueda o indagación de respuestas poco predecibles y mayor adaptabilidad al entorno.

Los estudiantes que hoy tienen 15 años pronto se incorporarán a la fuerza laboral, cuya evolución en los últimos diez años (de acuerdo a estudio PIACC 2011 que mide las competencias de los adultos) ha aumentado en un 20% los trabajadores con habilidades avanzadas de solución de problemas. Señal clara de que cada vez más se requieren tareas no rutinarias analíticas e interpersonales y menos tareas rutinarias. El problema es que las experiencias educativas que la gran mayoría de escuelas reproduce siguen siendo de carácter rutinario, con foco en la reproducción de tareas específicas y en la transmisión de conceptos.

En medio de una evidente necesidad por avanzar con mayor fuerza hacia una escuela que sea más equitativa, garantizando plena participación de los alumnos en la sociedad del siglo XXI, se requiere principalmente de un convencimiento y ambición como país que apunte a una mirada integral de la educación que potencia estas habilidades claves, no solo para la vida laboral sino para el ejercicio pleno de la ciudadanía. De igual forma necesitamos un currículum que desarrolle competencias como el pensamiento crítico, la comunicación, la colaboración, ciudadanía o conciencia global, de la mano de tecnologías de información y comunicación. Esto no implica que deban desarrollarse paralelamente, o aparte, como un currículo alternativo a las asignaturas como lenguaje, matemáticas o ciencias, sino que justamente combine dichas asignaturas con estas habilidades de forma transversal.

Para lograr esto, es clave también apoyar a los docentes en el desarrollo e incorporación de metodologías que fomenten estas prácticas, como la indagación (dando menos respuestas y proponiendo más interrogantes), desarrollando proyectos (que ponen al alumno en el centro de la construcción del conocimiento) o estimulando la creatividad.

Intencionar, implementar y lograr que los alumnos desarrollen estas competencias del siglo XXI es un pendiente en el cual debemos avanzar con mayor fuerza y prioridad, formando ciudadanos con mejores condiciones y oportunidades para participar plenamente de la sociedad que queremos.