Por: Carlos Espinoza Cordero

El concepto de complejidad, integrado prácticamente a todos los ámbitos, alude a una realidad compleja, sustentada en relaciones complejas, a la ciencia de la complejidad, la teoría de sistemas complejos y al paradigma de la complejidad. Estos conceptos, relacionados entre sí, poseen significados y alcances diversos. La ciencia de la complejidad –una forma de abordar la realidad, extendida a las ciencias–, estudia los fenómenos del mundo y busca modelos predictivos que incorporen el azar y la indeterminación.

Las primeras referencias al paradigma de la complejidad las ofreció Morin, quien planteó la necesidad de construir un pensamiento complejo y una acción ciudadana, orientada a recuperar los valores de la modernidad. Ello se manifiesta en el Ecuador y en su sistema de educación superior. Morin define siete principios básicos, complementarios e interdependientes, que guían el pensamiento complejo: el sistémico, el holográfico, el retroactivo, el recursivo, el de autonomía y dependencia, el dialógico y el de la reinclusión del sujeto.

El paradigma de la complejidad ofrece un marco creador de nuevas formas de sentir, pensar y actuar; orienta en el conocimiento de la realidad para posicionarse ante ella y cambiarla, y responde a problemas sociales y ambientales. Como opción ideológica, orientadora de valores, pensamiento y acción, reúne aportes de campos diversos y configura una perspectiva ética, de gestión y construcción del conocimiento de la acción ciudadana.

Desde la perspectiva ética, el paradigma de la complejidad apuesta por el ambiocentrismo. Sustituye la idea de igualdad por la de equidad, entiende la diversidad como un valor. Reivindica la inclusión, lo cual incluye la responsabilidad y la solidaridad.

El paradigma de la complejidad hace suyo el concepto de sistema complejo adaptativo, una forma de comprender los fenómenos naturales y sociales del mundo y su dinámica, considera necesario el diálogo continuado entre las distintas formas de conocerlo y propugna el diálogo entre los puntos de vista específico y holístico. Sitúa la perspectiva holográfica al asumir que todos los sistemas están relacionados entre sí y niega la existencia de sistemas más simples que otros.

El paradigma de la complejidad apuesta por defender un modelo de vida que entiende la libertad como responsabilidad, un modelo de convivencia social y política, orientado hacia la democracia participativa, y la comunidad como forma de proyectarse hacia la globalidad.

El paradigma de la complejidad ofrece nuevas posibilidades para una revolución conceptual, abre nuevos caminos para formar una ciudadanía capaz de pensar y construir un mundo más justo y sostenible, porta valores éticos, epistémicos y de acción. Tales valores se forman y desarrollan en las universidades ecuatorianas.

*Rector de la UMET