Está en la naturaleza de los hombres el anhelo de trascender para que la posteridad los recuerde. Las pirámides de Egipto no son sino grandes sepulcros, que “ludibrio son del tiempo”, como cantaba nuestro poeta Olmedo. Los gobernantes son tal vez quienes más lo sienten, porque creen que sus obras los harán permanecer en la memoria de los pueblos. Los ecuatorianos no son la excepción. Quienes tenemos afición por la Historia, como disciplina científica, conocemos ese deseo pertinaz. Al mismo tiempo nos preguntamos por qué la gente los olvida y la razón por la cual el tiempo devora sus nombres. No tenemos respuesta.

Este Gobierno, como todos, tiene el prurito de trascendencia y los líderes hablan de gobernar 300 años. Lo del “cambio de era” me parece una baladronada. Cabe preguntarse: ¿Cuántos años duraron el Partido Conservador de García Moreno, el Liberal de Alfaro, el Social Cristiano de Camilo Ponce y de León Febres-Cordero, la Izquierda Democrática de Rodrigo Borja? Es triste comprobar que cuando sus caudillos o sus líderes decidieron retirarse del quehacer político, o se murieron como todos los vivientes, esos partidos desaparecieron o sobreviven con penosas agonías. Quizá sea porque no fueron sólidamente doctrinarios y sus vidas eran sostenidas por la personalidad de sus creadores. Los actuales dirigentes del partido en el poder seguramente pensarán que ellos son diferentes, que permanecerán, porque se sienten superiores a los demás. ¿Será verdad?

El 23-F ha revelado debilidades señaladas por expertos que han analizado la derrota y evidenciado que el partido es frágil, que carece de cuadros que le permitan sobrevivir unos lustros. Parece que el afán de la reelección indefinida pertenece más a los que aprovechan las ventajas implícitas en el poder político. Mucho se habla de las obras del Gobierno, de las carreteras, de las inversiones en salud y educación. Todos las vemos y su realidad no admite duda. Espero que las carreteras pasen la prueba de un fenómeno El Niño como el que en parte ocasionó la crisis bancaria de fines del siglo pasado. Digo esto porque recuerdo las carreteras del gobierno de Sixto (que por falta de dinero no pudo pavimentar con hormigón sino con asfalto), a las que destruyeron las inundaciones del 98.

Considero que este Gobierno puede ser recordado por su obra educativa y especialmente por Yachay. Este proyecto sí es trascendente porque está concebido con seriedad científica y permanecerá, como las obras del espíritu, solo comparable con las Escuelas Politécnicas del Ecuador y del Litoral. Pero debe ser autónomamente financiado para que no ocurra lo que con la Politécnica que creó García Moreno y fue suprimida por el Mudo Veintemilla, alegando que no había fondos para sostenerla.

Por lo cual el actual presidente ya tiene su sitio en la historia del Ecuador y debería contraerse a hacer bien su trabajo. No le conviene dejarse convencer por quienes tratan de ilusionarlo con ridículos sueños milenaristas. Debe recordar que Hitler en su vesania de megalómano asesino habló de un “Reich de Mil Años”. Sueños de perro ovejero alemán.