Me ha gustado mucho esa propaganda gubernamental en la que los ciudadanos hablan de su República de 5 pasos a la redonda. A mí no me han preguntado, pero en la mía no habría ni corrupción, ni caca. Mi República por mandato sería limpia por dentro y por fuera, tanto sus calles como las mentes y las manos de la gente serían impecables.

Recuerdo que uno de los primeros artículos que escribí en este diario, hace casi dos años, fue sobre la caca de perro. Desde aquellos primeros pasos míos como articulista en un medio tan prestigioso como EL UNIVERSO, hasta hoy, mucha agua ha corrido bajo el puente, muchos cambios se han dado en mi vida y en la del país, se han ganado elecciones, se han ocultado derrotas, muchos servicios públicos han mejorado, algunas cosas siguen igual, duras decisiones como la de explotar el 1 por mil del Yasuní se han tomado, mientras yo por mi parte he ido ganando lectores a quienes agradezco siempre sus atentos o desatentos mensajes; sin embargo, la caca de perro sigue ocupando nuestras veredas con la solvencia de quien llegó para quedarse.

Las autoridades si bien han promulgado alguna ordenanza en la que castigan a quien no la recoja, no la han hecho pública, no han puesto los controles necesarios, nadie se ocupa de su cumplimiento, lo que equivale a tener entre las ordenanzas de la ciudad, una que es letra muerta.

En una ocasión (exactamente el 10 de julio de 2013) me encontré en el parque con el alcalde Barrera. Señor alcalde, verá la caca, le dije en tono suplicante. ¡Recoja usted! me gritó, mientras me miraba con un odio que no creí merecer. A partir de eso y con mucha indignación le he dado gran empuje a mi grupo en Facebook: Quito sin caca, tanto que ya cuenta con más de 700 seguidores. En algún momento Miguel Rivadeneira me dio un espacio todos los martes en su noticiero de la mañana, pero no hubo mayor eco, y este tema quedó nuevamente en el olvido.

Lo terrible ahora es que el Quito Metropolitano tiene además caballos, la guardia montada vigila el parque La Carolina en las frías mañanas quiteñas, y los días de partidos de fútbol y durante algún otro evento masivo, dejándonos como resultado una ciudad tan segura como apestosa.

Al inicio de este año me propuse ser una mejor ciudadana y cada mañana recoger no solamente el excremento de Magoo, mi pequeño perro, sino también el de algún colega suyo con amo cochino, pero recoger las heces de un equino, ¡no, por Dios! Hasta ahí no llega mi amor a la patria.

Me pregunto: ¿Qué pasará en la administración municipal del joven Rodas? ¿Será que con el Quito sin caca, más allá de un grupo de FB, se convierte en un sueño posible? Quiero creer que sí. Espero poder acercarme a él y presentarle un proyecto de educación ciudadana que escribí en algún rato de ocio y que incluye concursos, cuenta cuentos y demás actividades lúdicas para enseñar a la población a querer a su ciudad, respetarla y mantenerla limpia.