Estoy desempleado desde el momento de mi llegada a este país. Soy residente actualmente en Ecuador, en la ciudad de Ambato, provincia de Tungurahua.

Permítanme exponerles el caso de mi hijo y mío, seguro de que tantos miles de migrantes y exmigrantes estamos viviendo esta amarga experiencia. Nos convencieron de regresarnos al Ecuador por los múltiples ofrecimientos que promocionaban por la ya desaparecida Senami (Secretaría Nacional del Migrante) como eran: el “proyecto Cucayo”, el “bono para la vivienda”, la “banca del migrante”, “bienvenidos a casa”, etcétera.

El único beneficio alcanzado fue traer el menaje de casa, o sea objetos personales, pero hubiera preferido comprarlos acá porque los gastos y tiempo para desaduanizar fueron superiores al valor de las pocas cosas que traje.

Ante todas estas promesas visité la antes Senami, donde me prometieron ocuparse de mi caso, y me pusieron en contacto con tantos mandos medios; estos me enviaron al Banco de Fomento, a Codesarrollo, al Miess –Ministerio de Inclusión Económica y Social–, etcétera, para buscar todos estos ofrecimientos. Sin embargo, quedaron simplemente en eso, y luego de un año y medio de mi regreso al Ecuador me encuentro, nos encontramos, abandonados a nuestras propias suertes.

Los periodistas, el público y nosotros, los migrantes, hemos escuchado en enlaces ciudadanos hablar del migrante, es más, el año pasado, el 2013, visitaron nuevamente España, e Italia, país donde yo residía y donde residen actualmente mis hijas; en los respectivos discursos volvieron a invitar a los compatriotas a regresarse al país.

Respetuosamente pregunto, ¿regresar a qué?

Rafael Jesús Barba Carvajal, Ambato