Plantones, marchas, renuncias, asambleas, cartas al primer mandatario fueron algunas de las acciones de los médicos y enfermeras del país en protesta al artículo 146 del Código Orgánico Integral Penal (COIP).

Los galenos tuvieron la capacidad de explicar y ganar razón ante la sociedad de por qué el artículo 146 del COIP penaliza la profesión. Este fue el principal motivo de protesta, sin embargo, es menester recordar que los médicos denunciaron las condiciones precarias en las cuales aún laboran y, frente a ello, el peligro al que se ven abocados.

El presidente y su ministra de Salud salieron al paso a mancillar la lucha de los médicos y a amenazarlos, pidiéndoles que si quieren renunciar lo hagan, que están manipulados y que el Ecuador está listo para traer a médicos de otros países. La respuesta no se hizo esperar, fue sencilla y clara. De cumplirse la amenaza de traer a médicos extranjeros, solo la ciudadanía se perjudicaría, ya que no habría profesionales especialistas en las diferentes áreas, sobre todo en la de riesgo.

Lo suscitado en estos días generó un intenso debate en la colectividad; por un lado están todos aquellos que vivieron el drama de ver que sus parientes “entraron caminando y salieron en un ataúd” de ciertas casas de salud y, por otro, los galenos a los que se les pretende sancionar.

Entre tres y cinco años de prisión es la sanción para los profesionales acusados de “mala práctica”. A simple vista, esto parecería racional, pues si alguien entra a un establecimiento médico es para que lo alivien del dolor y enfermedad, pero poner en el mismo saco todos los casos bajo el argumento de “acabar” con la impunidad que rodea a muchos casos es una irresponsabilidad, más aún si se deja que los jueces discrecionalmente puedan emitir una sentencia condenatoria.

Los médicos nunca se opusieron a que se tipifique la mala práctica médica, ni los delitos culposos, se opusieron siempre a la mala definición legislativa que puede producir arbitrariedad. Las protestas contra el inciso 3 del art. 146 del COIP las retomaron los galenos del hospital Pablo Arturo Suárez, de Quito, estudiantes y dirigentes de la Federación Médica Ecuatoriana, quienes siempre dejaron en claro que no es un intento de desestabilización, o presiones políticas, las marchas no tenían otra bandera más que la blanca.

Las vigilias, plantones, colgada de mandiles, asambleas, unidad del gremio y pronunciamientos públicos a nivel nacional permitieron que el Gobierno se sentara a dialogar por segunda ocasión con los profesionales de la salud y buscar una salida al conflicto. Las protestas dan fruto, aunque no le guste al presidente, quien sigue persistiendo en señalar a “cierta prensa y grupos políticos” como los culpables del malestar, menospreciando la capacidad de los médicos del país. Hoy toca esperar a que el presidente cumpla con su palabra, dialogar y no imponer.

* Coordinador nacional de la FEUE.