Manuel Castells, profesor de investigación de sociología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas en Barcelona y miembro de la Academia Europea y del Alto Comité de Expertos sobre la Sociedad de la Información, dedicó doce años a una investigación destinada a elaborar una teoría sociológica de base empírica y multicultural sobre la era de la información. Son tres tomos, precisamente con ese título, que abordan temas de economía, sociedad y cultura, en un mundo marcado por una revolución tecnológica en la comunicación.

En la página 382 del tercer tomo se lee lo siguiente: “Las batallas culturales son las batallas del poder en la era de la información. Se libran primordialmente en los medios de comunicación y por los medios de comunicación, pero estos no son los que ostentan el poder. El poder como capacidad de imponer la conducta radica en las redes de intercambio de información y manipulación de símbolos, que relacionan a los actores sociales, las instituciones y los movimientos culturales, a través de íconos, portavoces y amplificadores intelectuales”. En su análisis, el autor de la referencia plantea que a la larga no es importante quién tiene el poder porque en la nueva era ya no existen élites de poder estables, pero que sí hay élites desde dentro del poder, que aprovechan periodos de posición política importante para “obtener un acceso más estable a los recursos materiales y las conexiones sociales”.

Respecto de la primera afirmación, si el poder lo entendemos como la capacidad de imponer la conducta y lo hace a partir de la manipulación de símbolos e íconos, es fácil deducir que para evitar que los ciudadanos se conviertan en seres pasivos que creen que participan en la sociedad y en el mundo porque tienen información, a veces, abrumadora y la repiten con la ilusión de estar emitiendo una opinión, que no es tal, es indispensable que la educación realice los cambios necesarios para que los niños y los jóvenes aprendan a leer los símbolos, los íconos, lo audiovisual, pues en el mundo de hoy “la existencia material/simbólica de la gente está plenamente inmersa en un escenario de imágenes virtuales, en un mundo de representación, en el que los símbolos no son solo metáforas, sino que constituyen la experiencia real”.

En cuanto al segundo aspecto, la nueva forma de entender el tiempo y el espacio y su relación con la sociedad, la organización, la economía y la vida ya no permite élites estables en el poder, ya no hay partidos históricos que puedan acreditar una existencia de muchos años, hay más vale movimientos que tratan de asimilar lo nuevo y aplicarlo a sus propuestas de gobierno y es dentro de estos movimientos, generalmente de corta duración, donde aparecen las élites que aprovechan su ubicación en la estructura de poder para, en palabras de Castells, “obtener un acceso más estable a los recursos materiales y a las conexiones sociales”, para que esto, que no es nuevo, desaparezca, también necesitamos una educación que nos ayude a entender que el poder es servicio público y que ejercerlo significa anteponer el bien común a lo personal.