En la selva amazónica hay grupos indígenas aislados a los que se denomina ‘no contactados’ (no tienen contacto). Hace décadas, a todos se los llamaba aucas (hasta un equipo de fútbol tomó su nombre) pero hoy, algunos tienen apelativos diferentes: huaoranis, taromenanes, tagaeris y otros.

Un día de 1956 los aucas mataron a cinco misioneros gringos que llegaron a sus dominios y quisieron catequizarlos. Recientemente los huaoranis y taromenanes se mataron y secuestraron entre ellos, provocando la intervención de las autoridades. La impenetrable selva siempre fue su morada, sus flechas y dardos les sirvieron para cazar y defenderse de invasores. No tienen vergüenza de andar lluchos y siempre fueron felices. Es obvio que si ven a un hombre con botas y carabina se correrán, y si observan un tractor o un helicóptero creerán que llega el fin del mundo y se correrán más lejos. Pero el que no asomen, no quiere decir que no existen, como afirma una curiosa teoría de depredadores del Yasuni, que explorando en vehículos pensaron encontrarse con un supermercado o un auca con Blackberry. El sentido común dice que los no contactados tratarán de preservar las tierras que les han pertenecido por siglos. No vaya a ser que con tanto ruido decidan volverse contactados, convirtiendo a un invasor en chuzo con sus lanzas (ya ocurrió con un maderero). La Constitución habla de la defensa de las etnias y el atentar contra ellas puede convertirse en etnicidio. Así que mis estimados ciegos, antes de emprender viaje al Yasuní, tienen primero que acudir al oftalmólogo, esa consultita puede salvarles la vida.

Carlos Gonzalo Mosquera Benalcázar
Doctor en Cirugía Plástica, Quito