Ezequiel Vázquez, asociado de Otto Reich, funcionario del gobierno Bush y hoy influyente comentarista de derecha, publicó una columna en el Universal de Caracas reproducida en el Miami Herald impugnando al sistema del Sucre como mecanismo para lavar dinero, e involucrando a los gobiernos de Ecuador y Venezuela. La carta mereció inmediata réplica del embajador ecuatoriano en Caracas.

Señala Vázquez que “el Sucre es una moneda virtual que puede fácilmente prestarse para ocultar transacciones financieras ilícitas”.

El Sr. Vázquez ofrece como evidencia que informes del SRI ecuatoriano “muestran que se ha identificado una inmensa cantidad de exportaciones ficticias entre Ecuador y Venezuela”. Pero precisamente eso demuestra cuánto preocupa el fraude a las autoridades nacionales.

El lavado no es lo principal. En sus inicios, también el euro fue virtual.

Lo que hay es ganancia por el desorbitado diferencial cambiario.

Vázquez erra en culpar por igual a Ecuador y Venezuela. Se trata de personas en connivencia con las autoridades venezolanas las que aprovechan el mecanismo para enriquecerse indebidamente.

Supongamos que un exportador ecuatoriano de atún quiere vender a Venezuela. Si sigue la vía habitual, entrega su atún al importador llanero, este le manifiesta que entregó los bolívares al Cadivi venezolano y espera recibir los dólares correspondientes para pagarle. Y espera. Y desespera.

Pero si el atunero se acoge al Sucre, le paga el Banco Central. Fin del problema. A fines del semestre el Central recupera sus divisas de la contraparte venezolana.

Este parece costoso para el Central, pero es lo que viabiliza las exportaciones a Venezuela. Entre enero y abril exportamos una inmensa variedad de productos a Venezuela, cientos de partidas distintas, por 164 millones de dólares. En el mismo periodo del año anterior exportamos mucho más, 274 millones de dólares.

¿Qué esfuerzo debe hacer el Ecuador para controlar sus exportaciones? Más allá de un monitoreo en busca de drogas, no cabe. Al país importador es al que corresponde ver qué entra al país, para calcular los impuestos y aranceles aplicables.

Aquí está la pelotita. Un palo grueso del gobierno venezolano, a través de una subsidiaria ecuatoriana puede, por ejemplo, llenar contenedores con botiquines básicos, declararlos equipos médicos de tecnología de punta y costosísimos, sobredeclararlos extravagantemente y exportarlos a Venezuela, recibiendo pago en dólares del Banco Central.

El “empresario importador” desaduaniza su mercadería en Venezuela, los funcionarios se hacen de la vista gorda; vende una pequeña parte de los dólares recibidos del Central ecuatoriano en el mercado negro a 31,6 bolívares, y paga al Central venezolano a la cotización oficial de 6,3 bolívares por dólar; este a su vez paga dólares al Central ecuatoriano. Pingüe ganancia ilícita.

Si un empresario ecuatoriano quisiera hacer esto, las autoridades venezolanas lo detectan y sancionan.

El Banco Central ecuatoriano no debe permitir que la deuda venezolana se acumule mucho, porque estos mecanismos de pagos adolecen del defecto que un día el neto comprador deja de pagar. Parece que el Central ha tomado precauciones: en los últimos meses el crédito a Venezuela no pasa los 500 millones de dólares.

Pero el más minucioso control le corresponde a las entidades venezolanas y no a las ecuatorianas.