Como asidua televidente de TVE, no puedo precisar la fecha de cuándo di con ‘Redes’, el atractivo programa de divulgación científica que conduce Eduard Punset. Si se creó en 1996 y ha superado ya las 600 emisiones, es fácil suponer que los años han asentado dentro de mí muchas de sus pertinentes observaciones, a pesar de la volátil atención con que nos asomamos a la televisión.

Eduard Punset es un personaje interesante. Abogado y economista, con amplio pasado político, es autor de doce libros en los que recoge su pensamiento generado en torno de las realidades de la Comunidad Europea, pero con un giro evidente hacia la neurociencia, la educación y las tecnologías. Verlo en la pantalla chica desde hace tantos años lo ha convertido en un rostro familiar, que irradia un particular carisma y que refleja una imagen optimista y animada.

‘Redes’ expande, más que nada opiniones ajenas, no las de Punset. Porque el eje de cuánto se dice en esa media hora semanal, brota de los labios de un invitado de evidente prestigio internacional. Yo sabía quién era Ylya Prigoguin –porque en una época me interesé por la Teoría del Caos que el sabio belga y Premio Nobel de química en 1977 explicaba con una claridad para mí accesible–, pero cuando lo escuché conversando con Punset, lo que era dato de libro se hizo figura humana con la magia audiovisual. Como este, grandes investigadores, docentes y científicos de renombradas universidades del mundo, han puesto en ‘Redes’, palabras de relativo entendimiento.

El programa debe contar con un equipo técnico formidable que pone esquemas de colores, figuras en movimientos y singulares representaciones de lo casi abstracto, los conceptos que los dialogantes están sintetizando para el público. En ese programa se expuso que los juegos electrónicos ejercitan la mente de los niños, que los animales tienen inteligencia, que la evolución es una realidad incuestionable a estas alturas de los estudios universales. La lista de temas es enorme y muy variada, cosa que ha llevado a pensar en qué momento un hombre con el perfil de su creador, tuvo tiempo para convertirse en un conocedor de ciencia.

Desde el año pasado, Punset ha incorporado a su hija Elsa a ‘Redes’ y comparte con ella la mitad de la emisión que enfoca la inteligencia emocional, a fin de cuentas sus libros hablan del amor y la felicidad, como metas conseguibles en la vida a base de una dirección que ellos parecen conocer. Yo, desafecta de esas palabras por el peso de una tradición sentimental muchas veces alienante, veo una luz de alarma cuando algunos de los consejos de la hija tienen un resabio de autoayuda.

Conozco que en España el programa tiene detractores (uno de ellos sostiene que Punset “no es un divulgador sino un divagador” y que quienes lo admiramos provenimos de ese sector intermedio que toma reverentemente lo que trasunta cariz científico, porque estamos muy lejos de él). Pero esa es la dialéctica de la vida. Gustar o no gustar, tanto como engañar o dejarse llevar por discursos que nos aproximan a las respuestas que estamos buscando.

Tengo, tenemos que leer títulos como ¿Por qué somos como somos?, Excusas para no pensar o Lo que nos pasa por dentro, para alimentar una opinión más sólida. Mientras tanto formo parte del grupo que se deja arrobar por ‘Redes’, cada domingo por la noche.