Félix Salcedo usa el único brazo que le dejó el crudo conflicto armado en Colombia para cultivar piñas. Su experiencia de 18 años en las FARC ahora está al servicio de decenas de excombatientes que, como él, buscan ganarse la vida en la legalidad.

La tarea no es fácil. Además de los retrasos en la implementación del acuerdo de paz, los miembros de la otrora guerrilla más poderosa de América deben sobreponerse a la tentación de unirse a las llamadas disidencias: aquellos que según el gobierno y las FARC optaron por mantenerse en armas para seguir con el narcotráfico.

Asentado en el corregimiento sureño de La Montañita, una de las 26 zonas donde se agruparon los casi 7.000 combatientes de las antiguas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) para dejar las armas, Félix conserva el espíritu colectivo que enarboló la exguerrilla durante 53 años de lucha armada.

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"Estar unidos (es) lo que se necesita para poder trabajar, para poder llevar los proyectos hacia adelante", dice a la AFP este hombre de 38 años que perdió su brazo izquierdo por una mina antipersonal.

Félix, vestido con una camiseta del Bayern Múnich, donde juega la estrella cafetera James Rodríguez, reflexiona mientras rocía pesticida en la planicie donde hay sembradas unas 20.000 plantas de piña, que pudieron cultivar luego de que unos 150 rebeldes crearan un fondo común con subsidios estatales.

"Una de las formas que miré para poder continuar en la lucha que llevábamos es quedarnos aquí y continuar con los proyectos que estamos desarrollando", explica.

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"Más duro que la guerra"

En La Montañita, un paraje rodeado de las selvas del departamento del Caquetá, uno de los fortines históricos de las FARC, unos 250 exguerrilleros unen fuerzas y recursos para consolidar cultivos agrícolas, de piscicultura, zapaterías, bibliotecas y panaderías.

La exguerrilla, ahora transformada en partido político, anhela convertir los sitios donde dejaron las armas en pueblos para sus excombatientes y sus familias, radicarse allí y poner en práctica las tesis socialistas que han predicado por décadas.

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"Este proceso que llevamos es más duro que la propia guerra (...) nos toca inventarnos estos (proyectos) y mucho más", apunta Danilo Ortiz, que tras pasar 20 de sus 34 años en las FARC ahora es zapatero.

Este poblado sureño, rodeado de plantaciones verde esmeralda y en el que los guerrilleros viven en casas de lámina y techo de zinc, es considerado una experiencia exitosa del pacto para finalizar el único conflicto armado del continente.

"Lo que estamos viendo acá es buen ejemplo (de) la forma en que este proceso de reincorporación se debe llevar a cabo", afirma Jean Arnault, jefe de la misión de la ONU en Colombia, encargada primero del desarme y ahora de la reinserción de los insurgentes.

Dificultades

Pero muchos advierten que en otros lugares, por el incumplimiento estatal, un sinnúmero de exguerrilleros se han ido por su cuenta a rebuscarse la vida o para enlistarse en las disidencias, que según el ombudsman tiene entre 500 y 800 hombres.

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"Si las gentes en los campos no ve que llega la oferta institucional, va a ser muy difícil que podamos conseguir condiciones que se supone se debían derivar del proceso de paz", sostiene el defensor del pueblo, Carlos Negret, a la AFP.

Los antiguos comandantes guerrilleros claman al gobierno para que cumpla lo pactado, pero la administración de Juan Manuel Santos ha atribuido a fallas burocráticas y logísticas las tardanzas.

Las FARC, ahora llamadas Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, piden que lleguen asesorías para formalizar proyectos productivos y sostenibles y además educación para sus tropas, como lo establece el pacto.

"Hay que reincorporar al Estado todas estas regiones que han sido marginadas", indica el líder rebelde Pastor Alape.

Félix y Danilo coinciden con su excomandante, pero añaden una sonrisa transparente al imaginar el futuro, cuando como resultado de un "esfuerzo colectivo" puedan vender la primera cosecha de piñas en tiempos de paz.

"Los que estamos aquí estamos pies firmes, que eso es la moral de todos nosotros, trabajar en unión (...) unidos jamás seremos vencidos", señala Danilo, cuya voz es acompañada por el canto de un gallo. (I)