“Amamos a los dreamers”, dijo Donald Trump el mes pasado. Y cinco días después anunció que estos jóvenes que llegaron a EE.UU. indocumentados cuando eran niños tendrían un plazo para renovar por última vez sus papeles, que venció ayer.

Cruel. Absurda. Inviable. Insensata. Así describen varios jóvenes inmigrantes y activistas la decisión del Gobierno, que deja a decenas de miles a la merced de las autoridades migratorias.

María Valdez tiene 30 años y llegó a Estados Unidos desde Paraguay a los 6 años. Ha crecido y vivido toda su vida en Nueva York, donde trabaja como profesora en una escuela de cosmetología.

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Las lágrimas caen por las mejillas de esta joven madre en las oficinas de Make the Road New York en el barrio de Queens, una organización que defiende a inmigrantes latinos y adonde llegó un día antes de la fecha límite con su madre a buscar información. Su peor temor: ser deportada y separada de su hijo de 3 años.

Pero sus papeles vencen recién el 9 de agosto de 2018, por lo cual no podrá renovarlos por dos años más ahora. Y si el Congreso no aprueba antes de esa fecha una ley que la proteja de la deportación, quedará indocumentada.

Pero decenas de miles no han podido renovar a tiempo por varias razones: no todos pueden pagar los 495 dólares que cuesta renovar el DACA, ni se han enterado de que tienen que hacer ya el trámite, o no han podido hallar todos los papeles necesarios en tan corto plazo.

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Grupos defensores de los derechos de los inmigrantes demandaron al gobierno de Trump por ordenar la eliminación paulatina del programa que suspende la deportación de algunos jóvenes.

106 mil jóvenes dreamers de los 154.000 calificados para renovar el DACA hicieron el trámite. (I)