Por más de veinte años su labor se concentró en la ayuda a enfermos, en su mayoría niños con desnutrición, en el programa El Rincón de los Milagros y dirigiendo el Centro de Nutrición Infantil.

A más de sus múltiples producciones de programas, el actor y productor de televisión, Carlos Piechestein, en una de las bancas de un parque de Samanes 5, recuerda esos episodios de su vida, que lo destacaron por su labor en favor del prójimo y que continúa haciendo en menor escala.

Hoy, el argentino lo hace en las iglesias de su sector o cuando alguien se le acerca en la calle, le pasa algún contacto.

Publicidad

Por la falta de recursos, hace un año, cedió el Centro de Nutrición Infantil para que sea administrado por la Sociedad Protectora de la Niñez.

Durante 16 años logró ayudar a 2.000 niños. Cuenta que años atrás había muchos casos de desnutrición. Con satisfacción, asegura, que antes de ceder el centro, solo había un caso de desnutrición grave.

Hace cuatro años culminó el programa El rincón de los milagros, donde ayudó a recoger fondos para cientos de pacientes con todo tipo de enfermedad. Asegura que le hubiera gustado saber de la vida y dar más importancia a quienes donaban todo el fruto de su trabajo como aquel betunero que le dio $ 0,38 para un caso.

Publicidad

Con mayor tiempo libre, en la ciudad con su esposa María del Pilar, a quien conoció en Estados Unidos y fue el motivo que lo trajo a Guayaquil, pasa una vida tranquila, le gusta ir al cine, pasea en el parque Samanes, medita, va al cine y cocina pastas.

“Estamos en épocas que si uno no empieza a meditar lo que hizo y cómo lo hizo, estaría perdiendo mucho tiempo”, reflexiona el padre de cuatro hijos.

Publicidad

La tranquilidad con la que vivías ya nunca más ha de regresar. Hoy Guayaquil ha avanzado, se ha modernizado, hay carreteras, todo ha mejorado, pero... es muy insegura”.Carlos Piechestein, productor

Después de treinta años y por pedido de su hija Carolina, también actriz, volvió a las tablas con la obra El hijo de la novia. “Me entusiasmó y bueno con esto cierro... haciendo la obra fue mucho público, me elogiaron demasiado”, dice y agrega que prepara un monólogo navideño a fin de año para su retiro.

Planea mudarse a Playas, vivir al son de la brisa veranera, meditar bajo el sol y escribir mientras cae el sol en un atardecer, así acercarse más a Dios mientras le acompaña un habano y una copa de vino.

En la ciudad que lo acogió desde la década del 70, disfruta asistiendo al Capwell para ver a su Emelec, o mira por televisión los juegos de Lionel Messi y de su club Huracán de Argentina. “Era el verdadero paraíso”, narra sobre lo que era Guayaquil a su llegada. Dice que caminaba por 9 de Octubre, en el suburbio y barrio del Seguro, donde vivía.

De esos años extraña la mayor seguridad. “Dejaba la puerta abierta iba a jugar a la esquina, en el parque me daba vuelta y los chicos estaban, no me robaron nunca”, dice. (I)

Publicidad