Ese portal huele a café. Al tradicional aroma del grano recién molido donde funcionaba Escudo de Guayaquil, de Moisés Lindao Duque, ahora está Café Arábigo Lojano (Luis Urdaneta 303 y Baquerizo Moreno), aunque ningún letrero lo anuncia y Marisela Parrales es su propietaria.

Casi todo luce igual que antes. Bajo el mostrador de la fachada, una vitrina exhibe el grano tostado de café, listo para ser molido al cliente de turno. A la vista están las antiguas máquinas moledoras, también una moderna y una balanza.

Dos meses atrás falleció Moisés Lindao a sus 74 años de edad, luego de casi cuatro años de enfermedad.

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Parrales, la heredera del café, hace trece años comenzó a trabajar junto con Lindao. “Yo no sabía nada del café, aprendí aquí con don Moisés. Ahora incluso cuando una máquina se daña, la reparo hasta que puedo”, comenta, y cuando llega un cliente tras una libra de café pone a funcionar a la legendaria moledora The Hobart MF6 de color rojo. Así se inicia el ritual. Valiéndose de un cucharón de hojalata toma una porción del aromático café arábigo en grano y la introduce en la máquina, que empieza a molerlo con su característico sonido como gato ronroneando.

Al terminar la molida de café, el aroma es intenso, pero este se aplaca un poco cuando la libra del producto es empacada dentro de dos fundas: una plástica y otra de papel.

Marisela cuenta que la moledora más antigua tiene unos ochenta años, porque antes de Moisés Lindao tuvo otro dueño. “Muele lentamente pero hay clientes que prefieren que su café sea molido en esa máquina antigua y no en la moderna que lo hace más rápido”, señala.

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Años atrás entrevisté a Moisés Lindao, quien a sus 16 años empezó a trabajar en la compra y venta de café. Tuvo como jefe y maestro al ingeniero Urbano Caicedo, quien le enseñó todo sobre el café. Fue quien le aconsejó trabajar siempre con el café arábigo lojano que es superior en calidad, tiene buen sabor y aroma.

Durante un tiempo atendió un quiosco cerca del parque Seminario. Pero se hizo popular vendiendo café durante 30 años en Baquerizo Moreno y Junín.

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“El café molido es mejor que el soluble instantáneo, que tiene químicos y es mezclado. El mío es de un solo grano seleccionado”, decía Moisés Lindao, quien tenía como grandes clientes a hoteles, casinos y entre otros a la cafetería de la sala de redacción de Diario EL UNIVERSO.

En 2005, cuando prohibieron los quioscos en ciertas calles céntricas de Guayaquil, Lindao se instaló en el actual local donde ahora atiende Marisela. Ella sigue la tradición, su café arábigo llega de Loja. Es un grano de altura. Es verdad, el aroma seduce a los peatones.

¿Usted lo bebe?, indago y la heredera del café, exclama: “¡Claro, pero una tacita sin agua y sin azúcar. La azúcar (sic) le quita el sabor”.

Como ese portal de la calle Luis Urdaneta huele a café, cada día llegan nuevos peatones seducidos por ese aroma y sabor tan particular del café molido.

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Costos
La libra de café molido cuesta $ 4,20. También ofrece filtros de aluminio ($ 1,70) y frascos para guardar la esencia ($ 3).

Jubilados
Antes sus clientes eran unos 30 jubilados, que iban cada día 20; actualmente hay solo 4 o 5, asegura.

Mi café no necesita publicidad porque las personas que caminan por aquí se detienen por su aroma y lo van comprando.Marisela Parrales, vendedora de café

(I)