En una choza rodeada de vegetación nativa se filtra el sigiloso rumor del río, se percibe un silbido melodioso y un canto grave de un hombre semidesnudo de 58 años. Luce una especie de minifalda tejida con semillas con cinturón de cabuya, una corona de plumas, un largo collar adornado con pepas y un colgante de pico de tucán.

Su piel tiene manchas como un leopardo. Enrique Aguinda hace rituales de chamanismo desde hace 25 años. Su mano derecha tiene un atado de ‘suruk’, hoja del demonio en español, y flamea sobre la cabeza de Stalin Andrade, turista que llegó desde Quito, para anular las malas energías, mientras chupa de un cigarrillo y sopla sobre su paciente. Después de unos 15 minutos, su canto en quichua se detiene y pone sus manos sobre los costados de la cabeza de Stalin, su boca en la coronilla y absorbe como intentando chupar algo, después de unos segundos intenta escupir con dificultad como si tuviera un gargajo maligno en su garganta. Al final se ve cansado, sin embargo, hizo lo mismo con los seis turistas que asistieron a la choza.

A la mañana siguiente, las aves silvestres son las primeras en agradecer con su canto la llegada del amanecer en medio de la jungla, donde se levantan 14 cabañas construidas con caña guadúa y paja, en la isla ecológica Mariana Miller, en el borde de la unión de los ríos Puní y Arajuno, junto a la comunidad Sinchi Runa, en la parroquia Misahuallí, de la provincia del Napo.

Publicidad

La isla es un emprendimiento familiar comprometido con la preservación de la selva amazónica, ubicada a 30 minutos de Tena. Cuenta con 120 hectáreas de bosque protegido y, entre otras cosas, ofrece caminatas donde se observan plantas medicinales y árboles milenarios como el ceibo macho y hembra, chuncho, canelo, laurel, roble, entre otros. Puede alojar a 52 turistas.

Durante un tour organizado por el Gobierno provincial de Napo se pudo ingresar a esta parte de la selva para compartir las costumbres, danzas tradicionales, chamanismo, el sistema de navegación antiguo con balsa y la gastronomía del lugar. En el restaurante se sirven alimentos propios de la zona como yuca, plátano en todas sus presentaciones, palmito, entre otros. El hospedaje es de $ 22 por persona, incluido el desayuno, y paquete todo incluido por $ 59.

Después del desayuno los turistas van experimentar el transporte fluvial antiguo, para ello deben caminar dos horas por la selva para regresar en una embarcación rudimentaria, construida con cuatro trozos de madera de balsa atados entre sí con cabos de nailon y unos palos delgados atravesados. (I)