Las campanas de las iglesias filipinas sonaron al unísono ayer en una protesta del clero del archipiélago por la sangrienta “guerra contra la droga” del presidente Rodrigo Duterte y su “reino del terror”.

Cuando fue elegido en 2016, Duterte prometió erradicar el tráfico de drogas haciendo abatir a decenas de miles de delincuentes.

La Policía anunció haber matado a 3.800 toxicómanos o presuntos traficantes. Miles de personas han sido asesinadas en circunstancias inexplicadas.

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La Iglesia había anunciado que las campanas sonarían simultáneamente en todo el país a las 20:00 de esa nación para homenajear a los difuntos, y recordar a los vivos que este baño de sangre debe cesar. Esta manifestación sonora se repetirá cotidianamente durante cuarenta días.

“No se puede aceptar que la destrucción de vidas se convierta en algo normal. No se puede gobernar al país con matanzas”, declaró la semana pasada el cardenal de Manila, Luis Antonio Tagle, en una carta pastoral en la que anunciaba esta iniciativa.

“En el interés de nuestros niños y los pobres hay que detener los asesinatos sistemáticos y el reino del terror”, imploró el prelado en otra carta dirigida al presidente de la Conferencia de obispos filipinos, el arzobispo Sócrates Villegas.

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Una vez en la presidencia, Duterte dijo que estaría “feliz de masacrar” a tres millones de toxicómanos, prometiendo a los policías implicados en estos asesinatos que no irían a prisión. Después, el Gobierno rechazó sistemáticamente las acusaciones de asesinatos por parte de la Policía, pretendiendo que los agentes actuaban en defensa propia.

En Filipinas, el 80% de la población es católica, y la Iglesia juega un rol político importante. Fue clave en la revolución que en 1986 derrocó al dictador Ferdinand Marcos.

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Los dignatarios religiosos explicaron que lo de hacer sonar las campanas era una costumbre de la edad media, cuando la Iglesia llamaba a sus fieles a integrarse en las Cruzadas para liberar los lugares santos.

Pero las agencias noticiosas también hablan de que hay numerosos filipinos que apoyan la guerra contra la droga iniciada por Duterte. Organizaciones no gubernamentales han criticado que gobiernos del mundo se estén haciendo de la vista gorda ante este plan. (I)

Preocupación
Repercuciones

Pruebas
Organizaciones como Human Rights Watch (HRW) y otras han cuestionado que las fuerzas de seguridad de Filipinas no hayan proporcionado pruebas de que los agentes hubieran actuado en legítima defensa durante las muertes.

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