Alain Cisneros caminó entre miles de catres ocupados por las víctimas de la tormenta dentro del centro de convenciones de Houston mientras sostenía un letrero con la frase “¿Tiene preguntas?” en español.

Jaló una silla junto a una mujer hondureña e intentó brindarle un mensaje reconfortante mientras la joven de 23 años narraba en voz cansada cómo el nivel del agua le llegó al pecho dentro de su apartamento de Houston, obligándola a buscar refugio junto a sus tres hijos.

Ricxy Sánchez escuchó a Cisneros decirle que, aunque está ilegalmente en el país, no debería de preocuparse por ser deportada en caso de que solicite ayuda y que debería contemplar la posibilidad de aplicar para recibir ayuda contra desastres. La tormenta destruyó casi todas sus posesiones, por lo que ahora está sopesando volver a su natal Honduras, país que enfrenta una intensa delincuencia.

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“¿Quedarnos aquí para sufrir con nuestros hijos?”, preguntó Sánchez mientras negaba con la cabeza.

El encuentro ilustra la complejidad de la respuesta a un desastre de la magnitud de Harvey en una ciudad donde se calcula que hay unos 600.000 residentes que están ilegalmente en el país, y los inmigrantes han estado muy preocupados ante el incremento en el ejercicio de las leyes migratorias bajo el nuevo presidente Donald Trump.

Las autoridades han hecho lo más que han podido para informarles a los temerosos inmigrantes que no serán arrestados por solicitar ayuda, y los trabajadores de campo como Cisneros han entregado ese mensaje personalmente en los refugios como el Centro de Convenciones George R. Brown, en las redes sociales, y en medios de comunicación de habla hispana.

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Las víctimas de Harvey con las que se reunió Cisneros en el refugio comparten las mismas preocupaciones que casi todos los demás: ¿Cuándo pueden volver a casa? ¿Cuándo volverán a ganar dinero? ¿Cómo reemplazarán sus pertenencias? Los que están ilegalmente en el país tienen temores más profundos de ser deportados en medio del caos de que sus hogares hayan quedado destrozados.

“Básicamente lo perdimos todo”, dijo Sánchez mientras tomaba café en un vaso desechable. “Todo”.

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Ella, que llegó de Honduras hace un año, le dijo a Cisneros que ha criado sola a sus tres hijos — de 5, 2 y un año de edad — únicamente con el sueldo que recibe limpiando casas, desde que el abusivo padre de los menores los abandonó hace dos meses. Hace poco se ausentó de una cita en la corte migratoria, pero Cisneros le recomendó buscar un estatus legal bajo las protecciones a víctimas de violencia en el hogar.

Entonces Cisneros, él mismo un inmigrante mexicano de 38 años que llegó a Houston hace 20 años, se despidió de ella con su frase favorita: “No te quedes aquí de brazos cruzados”.

Houston es una de las zonas metropolitanas con mayor diversidad en el país: solo Los Ángeles y Nueva York tienen una mayor población de inmigrantes que están ilegalmente en Estados Unidos. El porcentaje de hispanos y asiáticos en el área de Houston prácticamente se ha duplicado en los últimos 20 años, de acuerdo con un informe publicado en 2015 por el Instituto de Política Migratoria, que también reveló que el porcentaje de inmigrantes que son ciudadanos estadounidenses en esa área está muy por debajo del promedio nacional. La ciudad tiene la tercera mayor población de mexicanos, vietnamitas y hondureños, y cuenta con grandes comunidades de paquistaníes, nigerianos, filipinos e indios.

El marcado incremento en los arrestos migratorios durante la presidencia de Donald Trump y la estricta ley de Texas en contra de las ciudades que no cooperen con las autoridades federales de inmigración — que un juez federal suspendió en gran parte el miércoles— habían creado un ambiente de intranquilidad incluso antes del azote del huracán Harvey. La oficina en Houston del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas ha realizado alrededor de 10.000 arrestos este año, la segunda mayor cantidad del país, solo debajo de Dallas. (I)

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