En Austria, los ejecutivos ponen a prueba su sangre fría conviviendo y observando a los lobos, un curso destinado a reforzar sus dotes de liderazgo y a despertar al animal que llevan dentro.

Los seis participantes del seminario "Hablando con lobos" escuchan con mucha atención a Kurt Kotrschal, el anfitrión. "Cuando los lobos les laman la cara, cierren la boca. Tienen lenguas muy largas", advierte.

Los inscritos, ejecutivos acostumbrados a mandar, pagan 650 euros por pasar una jornada conviviendo con cinco lobos grises del Centro de Estudios del Lobo de Ernstbrunn, una localidad situada al norte de Viena.

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Antes de ver a los animales, se llevan a cabo charlas en grupo sobre cómo "estar presente", así como ejercicios para aprender a escuchar a los demás.

"No importa quiénes sean, directivos o conserjes, al lobo le da igual. Una vez dentro del cercado, su rango, su estatuto y su entorno profesional no tienen ninguna importancia", dice el británico Ian Mc Garry, uno de los creadores del seminario.

El pequeño grupo, incluyendo un reportero de la AFP, penetra finalmente en el cercado de rejas donde están los animales. Nanuk y Una, una imponente pareja de lobos, se acercan para olfatear a los intrusos.

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Los participantes deben ponerse en cuclillas y dejar que las enormes fauces de los lobos se acerquen a su cara.

Los dientes son puntiagudos, la respiración intensa. Pero el riesgo es casi inexistente, según Kotrschal: "Nunca hemos tenido ningún incidente", asegura.

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Igual que los 17 lobos del centro, Nanuk y Una han sido criados en compañía del hombre desde la edad de diez días. El objetivo es comparar su comportamiento con el de los perros criados en las mismas condiciones.

De igual a igual

Igual que lo haría un pastor alemán (aunque de tamaño gigante), los lobos ofrecen la pata cuando se le acerca la mano.

Sin embargo, no están totalmente adiestrados y conservan sus reflejos de bestias salvajes, recuerda Kotrschal.

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"Si alguien se pone un 'aftershave' con un olor que le gusta, Nanuk podría tumbarle para lanzarse encima e impregnarse de ese olor", explica el experto. "No hay que tomárselo mal pero tampoco hay que pensar que sea un privilegio, es sólo un olor que le interesa", añade.

La experiencia, que tiene el objetivo de reforzar la "presencia" de los participantes y desarrollar su "animal interior" y su comunicación no verbal, es un éxito.

"Tuve la impresión de encontrarme con una criatura muy potente, cara a cara, y de ser considerado como un igual. Entendí que si el lobo me reconoce como tal, si quiero puedo ser tan potente como él", explica Shirley Smith, una británica de unos cincuenta años.

Bernhard, de 50 años, un austriaco responsable de proyectos internacionales, que no quiere dar su apellido, también está muy satisfecho."Hoy he vuelto a aguzar mis sentidos", asegura. "Cuando diriges un proyecto hay que saber anticipar el comportamiento de la gente, incluso antes de que hablen", sostiene.

Según él, la experiencia "demuestra que hay que quedarse en un segundo plano, tampoco tener una actitud dominante. Las cosas van mejor si estamos más atentos los unos hacia los otros". (E)