“No hubo la tal mesa servida”, dijo el presidente Lenín Moreno hace pocos días, refiriéndose a declaraciones realizadas por Rafael Correa, en el sentido de que dejaba la mesa servida para el sucesor oficialista, luego de una década de correísmo.

En un contexto matizado por las deudas y el déficit fiscal, y agravado por denuncias y evidencias de actos de corrupción, categoría triple X, flamantes ministros apuran el lento paso de la burocracia para realizar pagos de toda naturaleza. Entre estos, a funcionarios públicos, designación que incluye a los docentes. Extenuantes trámites, inútiles audiencias, correos sin respuestas y promesas incumplidas de la revolución ciudadana frente al reclamo legítimo de los maestros por obtener tanto su jubilación como su bono docente; se volvieron la práctica usual en los últimos años. Parecería que la fragilidad de la naturaleza humana, expresada en la burla y desprecio hacia los demás, perforaron la piel y el alma de muchos funcionarios correístas, pasando los maestros a convertirse en objetos desechables. ¿O es que no sabía el Gobierno que algunos maestros murieron en la espera? Pregunto entonces, ¿qué tipo de Estado es aquel en que adultos mayores o con discapacidades o enfermedades catastróficas tienen que malgastar sus últimos años de vida en suplicar que se les pague lo adeudado después de haber trabajado 35, 40 o 50 años, formando a los niños y jóvenes que hoy constituyen la gran fuerza laboral de nuestro país? ¿Qué responsabilidad tiene el señor Correa frente a las desacertadas y mentirosas promesas que sus exministros de Educación y de Finanzas soltaban de tanto en tanto, asegurando el pago inminente de lo adeudado? En algunos países esto podría considerarse negligencia estatal.

Los flamantes ministros de Finanzas y Trabajo han asegurado que en los próximos días se iniciará el desembolso de 150 millones de dólares para cancelar los pagos al sector docente más vulnerable (yo, entre ellos). Esperamos que así sea y que la palabra bien dicha se descongele y empiece a recuperar su valía, porque la mayoría de ecuatorianos estamos descorazonados y hartos ante tanta arbitrariedad y cinismo. No podemos mantenernos estáticos ante una “moralidad indolora”, como diría Zygmunt Bauman.(O)

Publicidad

Gilda Macías Carmigniani,
Magíster Educación Superior, avenida Samborondón