Circula por las redes sociales y me llegó, gracias a la gentileza de un buen amigo, un video que explica la historia del ferrocarril que unió a Guayaquil con Salinas de Santa Elena.

Preciso esta información, porque hay otras ciudades con este mismo nombre: Salinas, como en la provincia de Imbabura, por donde también transitaban trenes y autoferros, los que salían desde Ibarra hacia el norte, me parece que hasta Mira, en Carchi.

Funcionó mi memoria, cuyo acceso me va siendo restringido, y encontré un recuerdo recurrente de nostalgia y pesar por las vías férreas que existieron y fenecieron en Ecuador.

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Algunas que he conocido por referencias y sobre las que he indagado, especialmente a amigos manabitas, como la vía que conectaba a Chone con el puerto fluvial y marítimo Bahía de Caráquez.

También existió conexión férrea entre Arenillas y Puerto Bolívar de la provincia de El Oro y asimismo un ramal del ferrocarril de Guayaquil a Quito que iba desde Sibambe hasta Cuenca.

Igualmente llegó a funcionar, después de muchos empeños y postergaciones, el ferrocarril desde Ibarra hasta San Lorenzo, en la provincia de Esmeraldas.

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La ventaja de la época actual es que la información que guarda la memoria, a veces cuestionada por dudas, se puede verificar si es verdadera o falsa gracias a las posibilidades que brinda la tecnología.

Por eso invito a quienes lean esta nota a salir de dudas y enterarse mejor de la historia de los ferrocarriles ecuatorianos utilizándola.

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Considero que la historia de los ferrocarriles ecuatorianos prueba, en gran medida, la idiosincrasia mayoritaria de su población, tanto de los gobernados como de sus gobernantes.

Ideas que parecen estupendas, que entusiasman a muchas personas que no se organizan bien; diferentes puntos de vista entre los principales actores políticos que tienen que aprobar o decidir; presión de los ciudadanos, unos pensando en el bien común y otros en sus beneficios particulares; dificultades de financiamiento y más todavía para obtener el retorno de las inversiones, aunque el beneficio de las comunidades locales sea muy importante; falta de tesón, debilitamiento hasta la extenuación de los impulsores y finalmente abandono general del proyecto, a medio hacer o sin empezar.

El ferrocarril Guayaquil-Salinas, por ejemplo, útil para el transporte de la sal, que de lo contrario debía transportarse por el mar y luego por el río Guayas o el estero Salado hasta llegar a Guayaquil, no pudo ser modernizado y habiendo sufrido la competencia de la carretera estable que unió la gran ciudad con los balnearios marítimos, tuvo que sucumbir.

En la ciudad de destino, Salinas, con él desaparecieron la receptoría de sal y todas sus maquinarias. No volvió a oírse la sirena que marcaba el inicio y el fin de la jornada de sus trabajadores.

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No obstante, parte de sus rieles todavía se pueden observar sirviendo de postes para la conducción de cables de alta tensión del alumbrado eléctrico.

¿Ese es el progreso? ¿Sería tan amable en darme su opinión? (O)