La analogía la hizo el entonces presidente Rafael Correa en enero del 2017. En uno de sus enlaces, desde España, decía que “en lo posible vamos a dejar la mesa servida al Gobierno que venga para que pueda gobernar de mejor manera...”. Seis meses después, su sucesor en Alianza PAIS y en la Presidencia, Lenín Moreno, reconoce que “no hay tal mesa servida”, que la situación económica es complicada y que se pudo ser más mesurados en el gasto.

Para Alberto Acosta Burneo, Moreno ha encontrado que no tiene mesa servida y que los anteriores huéspedes se comieron todo y más bien le ha tocado pagar la cuenta.

Los números para el analista están claros. Moreno recibe un país con un déficit gigantesco de 7,3% del PIB. Según el Banco Central, el déficit del Sector Público No Financiero (Gobierno y empresas públicas) queda en el saldo rojo más complicado de la historia: $ 7.313 millones de déficit. Correa lo recibió con $ 1.363 millones en el 2006.

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Agrega que el país se encareció en estos diez años. Los precios con relación a los de EE.UU. subieron 23%. Y el monto de obligaciones registradas y no registradas por las que debe responder el Gobierno estaría en un 55% del PIB. Son $55.000 millones aproximadamente, tomando en cuenta la deuda externa y la interna.

El expresidente trató de explicar su visión sobre la mesa servida: A inicios del 2016 nuestro petróleo bajó hasta un impensable $ 15... Sufrimos un terremoto..., y tuvimos que pagar a OXY y Chevron... Pese a ello hubo crecimiento en el primer trimestre del 2017 de 2,6%, hay superávit comercial, el déficit fiscal está financiado, “es la mesa servida, cuando no se es desleal ni mediocre”, tuiteó.

Marcos López, exdirector del Central, indica que ese gobierno consumió los recursos a futuro del nuevo a través de las preventas petroleras y también del consumo de la liquidez del Central. Y buscó fórmulas para dejar de pagar sus obligaciones, como con el Seguro Social.

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López sostiene que el supuesto crecimiento se debió a que en los últimos meses, a partir de endeudamiento, se inyectó a la economía $ 1.500 millones por mes, para así diferir los efectos de la falta de liquidez.

El ministro de Finanzas, Carlos de la Torre, explicó esta semana que con un gran esfuerzo fiscal se empezó a construir la infraestructura de hidroeléctricas, carreteras, escuelas y hospitales. Que aumentaron médicos y educadores, se subieron sueldos a militares y policías. Pero llegó la baja del petróleo y el país debió endeudarse. Cree que no hubiese sido conveniente frenar a raya una locomotora (la economía basada en el gasto público) que estaba yendo a toda velocidad, pues se corría el riesgo de descarrilarla.

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Pero Acosta y López indican que el endeudamiento agresivo fue previo a la caída del crudo. Con un precio de $ 100, 2013 fue un año de importante crecimiento de la deuda agregada. Pasó de $ 18.200 millones a $ 22.800 millones. Más de $ 4.000 millones de alza. El siguiente año creció $ 8.000 millones más, pese a que en la mayor parte de ese año hubo un precio alto, el cual cayó al 50% a finales de ese ciclo.

Ahora, al nuevo mandatario –según los analistas– sí le tocaría hacer el ajuste con medidas dolorosas. Coinciden en que se lo sentirá más por el lado del empleo. Para Acosta, Moreno tiene dos alternativas: ajustar el sector público con la baja del gasto estatal o ajustar desde el sector privado (con más impuestos) cuyo efecto es que se ajusten vía despidos.

El ministro dio luces de las medidas que están pensando: Una devaluación fiscal, aliviando a los exportadores del pago de los aportes al IESS y que los asuma el Gobierno, buscando compensar ese gasto (posiblemente con impuestos al sector importador). Que el Central financie a la banca pública para que esta haga recircular el “dinero ocioso”. (I)

No hay tal mesa servida, esa es la pura y neta verdad... Se podía haber sido un poquito más mesurado en dejar cuentas en mejores condiciones”.

 

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