Desde las 06:00, Lorenzo Ortiz instala su silla para betunar y espera. A veces pasan horas y no llegan clientes que soliciten el brillo para sus zapatos. “En estos días no hay negocio, avanzamos a hacer $ 5, $ 6 y $ 7, y eso trabajando todo el día, ¿y la comida? A veces hasta con $ 4 se pasa el día, $ 0,50 cuesta la betunada”, cuenta en una de esas mañanas de miércoles en que el trabajo ha estado ‘malo’.

Desde muy joven, Lorenzo, que hoy tiene 62 años, se gana la vida betunando zapatos. Antes era mejor, aunque había más competencia, alcanzaban los clientes para todos, hoy todo es diferente, cuenta, muchos prefieren limpiar sus propios zapatos en casa.

En la calle Clemente Ballén, Lorenzo ha pasado los últimos 17 años. “A las 06:15 ya estoy en mi puesto, a veces hasta las 18:00, porque en mi casa no hago nada, mejor vengo acá”, cuenta sin perder las esperanzas porque a diario consigue al menos para alimentarse él y sus siete hijos, quienes viven en el sector de Bastión Popular, en el norte de Guayaquil. Lorenzo vive separado de sus hijos debido a una dolencia en la columna que le impide movilizarse en buses o caminar demasiado.

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“Siempre hay que luchar por la vida, porque si no, no se tiene nada”, comenta Lorenzo, quien les inculca a sus hijos el estudio para que se conviertan en grandes profesionales, como a él le hubiera gustado ser.

Creció en su natal Riobamba y con pocos recursos no pudo entrar a la escuela, pero durante años ha conseguido dinero con el oficio de betunar zapatos, un oficio que no quiere que desaparezca. (I)

El negocio está malo, hay pocos clientes y eso que cobramos barato la betunada, $ 0,50, hay días en que se saca $ 5.Lorenzo Ortiz, betuna zapatos