El humorista Francisco Pinoargotti, de 42 años, menciona que creció caminando en el centro de Guayaquil, que conoce la ciudad de cabo a rabo, que a lo largo de su vida ha podido verla en sus diferentes versiones y etapas. En ello se refiere a una mejor actitud de habitantes para cuidar espacios comunes de esta urbe huancavilca que este mes conmemora 482 años de proceso fundacional.

“Ya no son las calles de la década del ochenta que estaban bastante sucias, los cerros de basura; hay mucha organización, se ha sembrado en el guayaquileño lo que debería hacer por su propio bien. Hay conciencia de que no voy a botar aquí el papel, sino que lo voy a poner acá”, reflexiona y remarca en palabras coloquiales: “Es un tema de lo que le inculques de pelado a los niños”.

Con trayectoria humorística en la televisión ecuatoriana y aplaudido en las tablas por sus shows condimentados con la política, Pinoargotti habla de su debilidad por la sazón popular y admite que ello le ha pasado factura, en cuanto a algún desorden alimenticio.

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“Soy fanático del arroz con menestra, pero me gusta probar diferentes sazones en diferentes lugares. Hay hoteles que tienen una excelente sazón, pero hay huecas, un lugarcito, La Guata de Wacho, que es una carreta que solo está en la madrugada, en La Garzota; hay seco de carne, guatita. En la Alborada está El Rey del Lomo a lo Pobre; cuando mezclas la mayonesa con la menestra es espectacular”, menciona.

Pinoargotti es el promotor del proyecto cultural La Bota, que nació hace un mes en el Malecón del Salado, donde antes hubo discotecas. Dice que busca ofrecer entretenimiento y cultura, a dar la opción al ciudadano de que al llegar a la boletería, como ocurre en las salas de cine, elija el tipo de presentación que desee ver, ya sea microteatro o recitales.

“Guayaquil siempre ha tenido esa ansiedad de consumir lo guayaquileño, así se abre al país y al mundo entero, le gusta el humor, la forma de ser, y eso es chévere porque eres reconocido por tu esencia guayaca”, dice el humorista, que considera que los centros comerciales de la ciudad deberían tener salas de teatro, como en Quito o en la capital peruana, Lima.

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Sostiene que en los malls de otras urbes, el público llena salas de 180 sillas, pero que en Guayaquil podrían bastar primero 100 butacas.

Pinargotti asegura que fuera del país se presenta como el humorista guayaquileño, que cuando lo visitan amigos foráneos, como los reconocidos Adal Ramones, Carlos Mata o Édgar Vivar, los lleva a recorrer Guayaquil, pero no solo los sitios turísticos, sino los barrios populares “porque allí también está la esencia de Guayaquil”. Agrega que los comentarios de ellos destacan la limpieza.

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Disfrutando de la brisa del estero, Pinoargotti sostiene que ahora ya hay personas que han vuelto a bañarse en el Salado, que quedó atrás esa época de comentarios que aludían que meterse en el afluente era un asco. Piensa que hoy disfrutamos de un Guayaquil que ha resurgido.

Soy extremadamente amante del Guayaquil donde nací, en el Guayaquil donde he crecido en sus diferentes versiones y etapas, en las terribles y bonanzas. Creo que hoy estamos disfrutando de un Guayaquil que ha resurgido.Francisco Pinoargotti, humorista

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